Dice mi amiga que su madre murió en el baño, junto al lavabo. Cuando llegó a la cama ya se había muerto.
Este domingo, me dijo, entró en ese baño, en casa de “sus padres”, aunque su madre no esté. Se sentó en la taza y miró por el ventanuco que da al jardín. Solo veía unas ramas desnudas y un cielo azul. Todos guardamos viejas neurosis de la infancia, por eso ella miró para el recorte de árbol y pensó:
-si estuvieses en algún sitio, mamá, harías que viniese un pájaro a posarse en esa rama, en la que veo ahora-.
Después pensó que era febrero y que los pájaros tienen frío y los muertos también. Se levantó, y mientras respondía “ya voy estoy aquí” a la voz del niño, se lavó las manos y miró sin querer por el ventanuco: había un petirrojo, saltitando por las ramas.
Mi amiga me lo contó, pero no dijimos nada.
(A foto do ventanuco, amanhã)
Dilhe á tua amiga que os ventanucos e os paporrubios nom existem: som os pais.
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