terça-feira, 21 de abril de 2009

Hasta que me harte de verla


Mirábamos fotos porque llovía y la tarde se prestaba. Él las contemplaba con su pulso tembloroso y los ojos arrugados. Eran fotos que estaban fuera de los álbumes, instantes sin ceremonia apilados en una caja.
Esto debe ser cuando teníamos la barca en Miño, recuerdas? Y aquí estabas haciendo gimnasia en la terraza, yo debía tener 12 años... Solo? Sí, solo... Y ésta? en esta estábamos trabajando en la finca, cortando maleza...
En la foto hay un hombre de cerca de sesenta años, derecho y fuerte, con una hoz en la mano enguantada, un vaquero gastado y un gesto de espera breve encarado a la cámara, lo justo para impresionar la película entonces y ahora nuestra memoria.
-Sí... recuerdo...
y los ojos fruncidos se estiran en una sonrisa mientras recuerda.
-Aquí todavía era un hombre...
Dice sin dejar caer esa sonrisa.
Continuamos. No devuelve la foto que espera en un paréntesis sobre la mesa. Pasan días sencillos, domingos en la playa, y de pronto él regresa de lejos:
-Déjame llevar esta foto, hija. Déjame llevarla unos días... solo hasta que me harte de verla.
Todavía era un hombre.

3 comentários:

  1. Pau, qué forma más dulce y tierna de contar las cosas. Me ha encantado.

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  2. Las fotos que más nos pueden emocionar nunca se encuentran en un álbum. Porque esas fotos apiladas en cajas creemos descubrirlas a cada nuevo reencuentro.

    Mágico, Pau, mágico.

    Besos

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  3. Es verdad que eso sucede eso con las fotos apiladas, parece que no las recordamos nunca...
    Gracias lulú, es muy reconfortante que te digan estas cosas. :))

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