Nunca llueve tan tristemente como tras los cristales. Fuera, bajo el agua, la tristeza se diluye y solo existe el frío o aquellas risas que entonces limpiaban el espíritu. El frío hace correr y buscar cobijo. Y las risas, aquellas, chapoteaban en los charcos y salpicaban de ganas de vivir.
Nunca llueve tan tristemente como tras los cristales, cuando las horas se escurren y asistimos apenas a su agonía, envueltos en aroma de café. Pensando, inocentes, que estamos a resguardo.
Es muy muy bonito, me encanta, pero me da mucha tristeza y sobre todo morriña y no se porque.
ResponderExcluirBesitos
Supongo que tiene mucho de morriñoso, sí. La lluvia, el pasado, los cristales...en fin. Que toca! Beijinhos.
ResponderExcluirMuy bonito, pero por una vez no comparto la tristeza (sin que sirva de precedente): qué mejor que un café calentito en la mesa de la cocina mientras llueve fuera? Y cuanto más mejor! :) Me encanta!
ResponderExcluirwaw !Adoro a tua escrita e adoro ver chover. Se quero justificar analiticamente esse meu prazer quase machadiano de "lluvia tras los cristales" procuro, talvez inutilmente, na minha infância. Os dias de chuva não tinha que acompanhar aos meus pais a trabalhar nas leiras e podia ficar "resguardado" com os meus amigos a brincar num alboio que tinhamos. Ainda conservo claramente na memória cada charco diante do alboio, cada riso e cada cara de felicidade por essa tarde de jogos ser eterna.
ResponderExcluirObrigado por regalar-nos tantas palavras formosas, agora, que tanto as precisamos. Bjs
Obrigada eu. Obrigada por andares a apanhar palavras neste blogue. Beijinhos.
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