Nos decimos “ya pasó” con una sonrisa que quiere ser de alivio, aunque, a veces, se nos queda atascada en un roce imperceptible de nostalgia. “Es que solo están bien mientras hay niños”. Y metemos las bolas en su caja, las guirnaldas, los pastores, los Reyes, el portal y el Niño, la Virgen, San José y la mula, el buey... Lo hacemos con cuidado. Ordenamos y envolvemos con esmero. Con ese mismo esmero con el que estos días nos hemos expresado. Pasando de puntillas por el alma. Porque la Navidad, que ya ha pasado, -sana sana-, nos hace quebradizos y pequeños, nos disuelve por dentro. Quedan a flor de piel nuestros antiguos escollos, esas durezas mal fraguadas en la infancia. Aquellas Navidades en que nos creíamos, pequeños aquiles, invulnerables.
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