quinta-feira, 13 de maio de 2010

Vecinos. Airán.

Airán tiene dieciocho años y escribe su vida sin salirse del papel pautado que ha trazado su padre. Su padre: Juan, el hijo de Otilia. Sus pasos, sin voluntad, de zapatillas deportivas y bajos de pantalón arrastrado, no se salen de las líneas, pero su mirada, a veces, si te acercas y te fijas, tiende hacia arriba, escapa por la diagonal de la hoja como queriendo ir más lejos. Con renglones de niño.
Su voz se roza contra los años y la hierba, el humo. Tiene esa ausencia de matices que se consigue a fuerza de estar poco consciente y dormir las mañanas con la luz encendida sin escuchar a los pájaros. Pero es buen chico. Siempre busca trabajo y no lo encuentra. Tiene mala suerte, como su padre. Sin embargo todavía tiene coraje y lucidez para llamar a la policía si su padre necesita ayuda. Para escuchar sus gritos agrios sin levantar la voz ni la mirada y hacer un arco dulce con las cejas tiernas para explicar, sin lágrimas, lo que ha pasado.
Hace muchos años le dejé un libro. Recuerdo que se lo dejé sabiendo que era un anzuelo. Tenía entonces doce años y ya estaba todo escrito. Los vecinos se obstinaban en conocer su futuro y a fuerza de repetirlo en voz muy baja, se habrá cumplido.

2 comentários:

  1. Eso que cuentas... me resulta familiar: mucha co-herencia y poca congruencia(por simpliflicar, claro). Gracias Pau, como siempre, encuentras las palabras perfectas para describir lo que quieres. Me trasladas con tus palabras a cada situación que cuentas.

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  2. Qué rebeldía interior tan fuerte se me despierta con estas cosas! Creo que me entiendes...
    Bjs

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