Y entonces le conté el cuento de Luchimán. Luchimán, el niño caprichoso que no sabía ser feliz. Siempre quería algo más, algo diferente, algo que no tenía, algo difícil o imposible de conseguir. Primero eran las galletas de chocolate, los bombones rellenos de trufa avainillada. Después eran los sandwiches de paté de hígado de pato, a los que su madre accedía con gran sacrificio y renuncias, pues eran pobres de solemnidad. Pero Luchimán no era feliz ni podía callarse hasta ver satisfecho su antojo. Y así transcurrían los días, penosamente, mientras el niño crecía sin hacerse mayor.
Una tarde Luchimán tuvo una idea peregrina: quería dar un paseo en elefante por la orilla del mar. Su madre sonrió al escuchar sus palabras, pero Luchimán no se reía. Quería de verdad dar un paseo en elefante a la orilla del mar. Vivían en las altas montañas de Perú, el mar estaba lejos y los elefantes jamás habían pisado aquellas tierras. La mamá, sentada junto a él, con la voz suave, explicaba al pequeño caprichoso lo disparatado de su idea. Pero nada convencía a Luchimán. Pasaban las horas y cuando parecía dormido, volvía a empezar. Gritaba, pataleaba, insultaba a su madre por no saber cómo resolver su deseo. No había descanso para ninguno de los dos. Y ella no pudo más:
-Me voy, Luchimán. No soy capaz de hacerte feliz. Es posible que sin mí encuentres la paz.
Y Luchimán vio cómo su madre desaparecía por el camino, triste y llorosa, sin volverse a decirle adiós, pequeñita en la distancia como en un libro.
Le conté el cuento de Luchimán mientras daba vueltas a la bechamel en la cocina y cuando me volví en la inflexión de la historia, justo en el nudo de la narración, el pequeño Nicolás tenía dos charquitos en lugar de mirada, y le bastó encontrar el rellano de mi voz, para desbordarse en un llanto sin consuelo que dejó entre mis brazos un mimo con voluntad de cambiar: prometió aprender a aguantarse, no gritarme jamás y no ser caprichoso.
La mamá de Luchimán volvió por aquel mismo camino poco tiempo después, arrepentida yo de provocar tal dolor, y las promesas de Nicolás... esas volaron como los pájaros después de picotear el pan... y las croquetas.
"e il mondo semplicemente gira..."
ResponderExcluire gira... e a vida continua...
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