sexta-feira, 20 de abril de 2012
Cuatro cafés
A veces Otilia, que es nuestra vecina, llama a la puerta. La veo a través del cristal con las manos en los bolsillos, muy seria, esperando a que le abra. La saludo y ella, sin más transicción, me dice con su voz áspera:
-¿Me dejas 10 euros?
-Claro!- le respondo mientras me apuro a buscar la cartera y la invito a pasar. Ella no pasa, casi nunca. Yo le dejo los diez euros y ella fuerza el tono para darme las gracias y después, como de memoria, insiste en que me los devolverá en unos días. Es cierto. Otilia, que es nuestra vecina, llama casi siempre cerca del día 20. El día 1, religiosamente, vuelve a llamar para traer el dinero. Cobra una pensión de las que apenas dejan sobrevivir. Está enferma y es muy mayor, pero se cuida poco porque con ella vive su hijo que está muy enfermo y no trabaja. El hombre, que ya no es joven, sale a la puerta los días de sol y escucha música de Estopa. Parece una alfombra a airear en la escalera. Para cobrar la pensión, Otillia va caminando hasta el ayuntamiento o espera el primer autobus de la mañana, según lo que hayan dado de sí los diez euros. Después pasa por la farmacia y recoge las medicinas de su hijo, porque aún no se ha muerto.
!Dios!, que dura es la vida. ¿podremos cambiarla?
ResponderExcluirE aínda dirá o outro que oito euros son catro cafés...
ResponderExcluirJá quase esquecera o bem que escreves !:) Que bom final. Abraço enorme.
ResponderExcluireu também já quase tenho esquecido! di-me quem es.. por favor..
ResponderExcluirObrigadíssima!
Que triste. Ojala la vida de Otilia sea mas facil.
ResponderExcluirBuen Relato.
salu2