Lo dice entre bocado y bocado de pulpo. Un sorbo de vino blanco. Lo dice con esa sonrisa un poco cínica en los ojos y sin ápice de derrota: Una de las cosas que te preguntas inevitablemente cuando te vas a morir, cuando todo se está acabando, es qué coño hacías aquí. Para qué estabas, a santo de qué vinimos…
Pero después continúa y menciona a Confucio, sin soltar el tenedor que sostiene el bocado. Es inútil preguntarse porque no lo sabremos nunca. Todo funciona mecánicamente, habrá una razón primera,quién sabe lo que puso todo a funcionar, pero ahora todo es mecánicamente. Su mano izquierda traza un círculo en el aire que recuerda a los planetas en el vacío. Claro que habrá una razón… pero no lo sabremos nunca. Y entonces mastica el pulpo mientras la conversación se desliza olvidando de donde había partido.
Yo me quedo pensando, aún viendo su apetito, que tal vez ahora más que vivir, espera.
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Sé de qué sonrisa hablas!
ResponderExcluirVivir tiene mucho de esperar, quizás demasiado. No me gustaría preguntarme eso, pero supongo que hay momentos en que no sabes la respuesta...
Bjs
No, no la sabemos. Por eso es mejor seguir comiendo al amparo de esa sonrisa cínica, que no refugia mucho, pero permite acompañamiento.
ResponderExcluirSí, estoy de acuerdo
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