quinta-feira, 25 de outubro de 2012

Eppur si muove...

Me mira de arriba abajo cuando salgo de casa arreglada, censurando mi gusto. Me mira también, crítica e hiriente, cuando salgo con el íntimo look de hippy trasnochada, porque me falta voluntad para vestirme. Tropiezo con su mal disimulada vergüenza  si salgo en pijama a llevar la basura y saludo a los vecinos que se arromolinan a esas horas en la terraza del bar.
Dice que ya chocheo cuando me enredo con alguna palabra o levanta la vista al cielo si no recuerdo el nombre de sus amigos más habituales.
Esta mañana la sorprendí saliendo de mi cuarto apurada. Lanzó un grito de delincuente venial y, entre las risas, como restos del saqueo, aleteaba en el aire mi perfume.

terça-feira, 23 de outubro de 2012

Ruinas

Hay una cierta desgana, a veces, en el amanecer. Un despertar tan lleno de pereza como el de los niños, tan falto de coquetería y generoso en brumas y legañas, como el puede ser el mío. La luz, tan inoportuna como la del sol del otoño que delata las manchas en los azulejos de la cocina.
Eso o, tal vez, que el paisaje está en ruinas.

segunda-feira, 22 de outubro de 2012

Mudanças negativas

Entristece-se ao contar-me, na penumbra do quarto, que já o escutou dizer em Scooby Doo. Que às vezes os humanos mudam as coisas que estavam bem e estragam tudo.
Antes, no pátio da escola, havia chão de terra. Agora colocaram chão de parque, desse  mole, desse que se resvalas queima.
Eu, que sou  maior, penso que é uma boa mudança, que estará todo mais limpo e menos perigoso.
-Não mamai, antes havia poças e nas poças podíamos imaginar que havia barcos. Eu brincava com barcos de pauzinhos, de folhas secas... e agora.. agora não há nada.
Fica entristecido. E acrescenta:
-Estám estragando a escola.. eu queria a minha escola como era antes...
E por mais palavras que procuro não acho nenhuma que seja certa e penso, lá para dentro, que o Scooby Doo, leva  razão.

quinta-feira, 18 de outubro de 2012

Bajo la lluvia

Nunca llueve tan tristemente como tras los cristales. Fuera, bajo el agua, la tristeza se diluye y solo existe el frío o aquellas risas que entonces limpiaban el espíritu. El frío hace correr y buscar cobijo. Y las risas, aquellas, chapoteaban en los charcos y salpicaban de ganas de vivir. 
Nunca llueve tan tristemente como tras los cristales, cuando las horas se escurren y asistimos apenas a su agonía, envueltos en aroma de café. Pensando, inocentes, que estamos a resguardo.

quarta-feira, 17 de outubro de 2012

Inercia filosófica

De todas las cuestiones relacionadas con la física, la que más ha conseguido intrigarme, más durante más tiempo y más veces, es la inercia. La inercia me parece una propiedad, a mí  me gusta más decir que es una virtud o tal vez un vicio, fascinante. Pensar que todo tiende a permanecer en el estado en que se encuentra, que todo pretende estabilidad incluso si esa estabilidad es el movimiento, me emociona. Supongo que la verdadera causa de mi entusiasmo es su fácil aplicación a la psicología, al comportamiento. La pereza de las mañanas, esa resistencia fulminante para salir de la cama. O la rutina, ese placer reconfortante en repetir los mismos actos un día tras otro, sintiéndonos protegidos y cómodos dentro de lo que no es más que aburrimiento. Los hábitos, buenos o malos, que se adhieren a nosotros con obstinación.
Todo esto viene al caso porque hay un pensamiento que me persigue desde que tuve conciencia de esta propiedad. Me persigue porque siempre me lo pregunto en un acto tan cotidiano como abrir o cerrar una puerta. Sobre todo si la puerta es de esas que se cierran solas retrocediendo con ímpetu hacia nosotros o dejándonos airadamente fuera, si ya hemos salido.
La cuestión es: ¿Cómo hacemos más esfuerzo (no diré fuerza, que sé que tiene truco la palabra) empujando para abrir una puerta que ya se está cerrando o empujando desde su estado de reposo?

segunda-feira, 15 de outubro de 2012

Un domingo perdido

Todo el día pensé que era el capricho de un anciano y, pese a ceder a él, por cariño y compasión, no dejé de considerarlo un domingo perdido. Fui para su casa. Aproveché, eso sí, para trajinar algunas cosas en la cocina. Fui cargada de pimientos para cortar y congelar, de judías para escoger, de algún pantalón del pequeño Nicolás para remendar rodillas... Todavía sobró tiempo para ver una película, para la merienda, un café con leche y con galletas y para darle la mano, fría, mientras hablábamos.
Esta mañana me ha llamado. Solo quería informarme de que iba a salir. Iba a la compra. Después, antes de colgar, dejó suelto un silencio que revoloteó en el auricular antes de posarse:
-Hija...
-Dime papá.
-El día de ayer... me recordó a los días de nuestra casa.
Le pedí que repitiera porque dudé de haberlo comprendido.
-Me recordó a los días en nuestra casa...
Quería decir a lo días en que mamá vivía. A los días en que él y yo hablábamos como si proyectáramos el mundo. Cuando el futuro nos cabía en las palabras. Cuando el olor de las rosquillas nos empujaba por el pasillo.
-Un beso, papá.
-Hasta luego.

sábado, 13 de outubro de 2012

Bisutería filosófica.

Puede ser que ser feliz sea una corriente de serenidad que fluye bajo esta angustia cotidiana de estar vivos. Algo más unido a la asunción y la consciencia de lo que somos que al devenir inquieto, y tantas veces doloroso, de nuestros días. Mucho que ver con la capacidad para el amor, de y ida de vuelta, y con la propia medida de las cosas. También la de una misma. Puede ser. A mí me gusta pensarlo y también pensar que si es así, la tenemos muy cerca.

quarta-feira, 10 de outubro de 2012

Huellas

Bajábamos hacia la ciudad y desde el monte vimos salir el humo negro. No dijimos nada. Lo asumimos como algo adherido a la condición urbana. Aún así, en las corrientes más sordas de la conciencia no pude evitar recordar. Por la ventana de la cocina, en la casa de mis padres, se veía toda la ciudad. Era como una atalaya desde la que ella, mi madre, cocinaba y soñaba. Algunas veces un humo como el de hoy salía desde las proximidades de la refinería. Entonces se apresuraba a darnos la alarma. Íbamos corriendo, sobre todo de niñas, y observábamos con cierta angustia. Es lo propio en una ciudad con refinería, la angustia. Pasaba el rato. Escuchábamos la radio. El humo se disipaba y alguno de los mayores hacía algún comentario sobre la inocencia de mi madre, su imaginación y su temor injustificado. Era fácil comentar tras conocer el desenlace.
Esta tarde, al ver el humo, he recordado aquellas ocasiones. He pensado yo misma: la refinería! y yo misma me he restado importancia. Qué bobada, la refinería...
Hace apenas unos minutos he recibido el mensaje de un amigo: "Os ha afectado el incendio en la refinería? Lo he visto en el informativo!"

terça-feira, 9 de outubro de 2012

A veces solo llueve

Cuando el cielo se vuelve gris y espeso. Tan denso y pesado que podríamos tocarlo con la mano solo con estirarnos un poco; cuando amenaza agua, todos nos cruzamos y decimos que va a llover y seguimos las nubes con la vista.
Después, cuando ya cae agua, sentenciamos convencidos: llueve! y corremos bajo la lluvia como si lastimase.
Me gusta esta necesidad de contarnos cosas. De contarnos lo evidente. De comunicar. De tener el cielo como recurso para no alejarnos demasiado. De tender cuerdas o líneas de sonrisas o de lágrimas. De hablar. De no sentirnos solos.

segunda-feira, 8 de outubro de 2012

Nada que ver

Arrastra los pies por el pasillo del hospital camino de los ascensores. Le han dado el alta pero va despacio. Al pasar por el mostrador de las enfermeras, galante, se despide. Sonríe, levanta pausadamente un brazo y lo confiesa:
- Me marcho. Voy a echar de menos esto...
Y la más alegre le replica:
- Pero Manuel, si protestaba usted por todo...
Y él, resignado, como quien oye un desvarío, la corrige sin ganas:
- Eso no tiene nada que ver....Nada que ver, mujer, nada que ver...
Y continúa arrastrando los pies, pesados de miedo y de nostalgia, hacia los ascensores.

domingo, 7 de outubro de 2012

Enfermo

Habla confusamente con la mascarilla de oxígeno en la cara y recostado en la cama del hospital. Ahora ha pasado el peligro pero todavía escucho el pánico de su voz en la alarma de la noche reclamando el derecho a morir en casa. Sin embargo la vida ha anidado de nuevo en esos ojillos maliciosos y cuando sale la enfermera de la habitación, confusamente, con la mascarilla empañando el brillo de sus palabras, pero no de su mirada, sentencia:
-Ay Pau, las mujeres son una enfermedad.
Y me cuesta creer ese latido alimentado apenas por una cara bonita y una sonrisa. Me cuesta, pero asisto a la obstinación de su certeza. 91 años de certeza. Entonces nos reímos.

quarta-feira, 3 de outubro de 2012

Sioux en Loureda

Hoy voy a hacer trampa, es que me he reído mucho en Mibicicleta Rosa. Bueno, en su bicicleta rosa! Hoy la ruta pasa por una reserva sioux! Vamos!

terça-feira, 2 de outubro de 2012

Tarde de palomitas

Lo que pasa es que se lo comenté a ella, la prima Luz, que es, en realidad, un hada madrina. Eso fue todo. No hay más magia ni más trampa ni cartón.
La tarde se terminaba prontito porque la luz ya escasea insinuando el invierno. El invierno, ese tiempo de cocina y de charla, de cine y chocolate. Antes de despedirnos se lo dije:
-Vamos a ver una peli: La Guerra de las Galaxias, que Nico todavía no las ha visto! Nos vamos a sentar todos en el sofá y ... pena de palomitas!
Después todavía hablamos de las uvas, que no quieren madurar, de los tomates y el agua, de las dulces calabazas y de la lluvia que no ha caído. Envolvimos todo en risas y dejamos un par de besos en el aire.
Al entrar en casa ya se sentía esa temperatura hecha como de lana que se teje estos días para anidar el otoño. Colocamos el dvd, nos acomodamos en nuestros sitios y dejamos la sala a oscuras. Unos nudillos golpearon en la puerta. La prima Luz, ciertamente toda ella luz y mirada azul, sonrisa de luna creciente, traía un enorme bol cargado de palomitas recién hechas.
Lo que pasa es que se lo comenté a ella, el hada Luz.

segunda-feira, 1 de outubro de 2012

El eterno retorno?

Hemos leído un cuento. Ya es tarde y por eso, cansados los dos, nos dejamos unos minutos en silencio, como escuchando los pasos del sueño, con la cabeza recostada en la almohada. A él le gusta acomodarse como un cachorrillo, todavía, buscando su lugar en la media luna de mi abrazo. Cada vez es mayor. Cada vez es más grande. El silencio se hace solemne cuando él me pregunta a traición:
-Mamá, el universo se acaba en algún sitio?
Y yo solo respondo que no. Que nunca. Y pongo los pies, sin quererlo, en esa frontera cenagosa que usa adverbios de tiempo para hablar de espacios.
Y es que entonces recuerdo. Cuando yo tenía su edad, ya siete años, el Universo era el miedo. A veces, antes de llegar el sueño, un pensamiento garrapata envenenaba la oscuridad: Papá, papá!- gritaba, que venga papá!- Y venía aquel señor que hablaba poco pero conocía muchas palabras.
-Dime la verdad, papá: el Universo, no se acaba nunca? no hay un muro detrás de las estrellas? una pared, aunque esté muy lejos muy lejos muy lejos?
-No, hija. Y si la hay no se sabe. Todo se expande y existe hasta donde va llegando, hasta donde ya ha llegado.
- Y nosotros, papá, antes de nacer, dónde estábamos. Y ahora que hemos nacido, desaparecemos un día? o tenemos que existir para siempre....?
Y "para siempre" era el pavor. Mi padre me veía los ojos en la penumbra y notaba mis manos frías por el miedo.
-Nadie lo sabe, Pau. Pero lo más probable es que todo se acabe.
Poco a poco me calmaba, todavía no sé si por el tono de voz o por la serenidad de saber que existía un final.
Nicolás hace de nuevo una pausa dentro del abrazo, pero pronto se revuelve y me dice:
-Yo no me quiero morir, mamá, tengo miedo....
Y dejo que corran las palabras para sanar esa herida que se abre de nuevo.