segunda-feira, 30 de novembro de 2009

Caperucita Roja

A veces no sabemos lo mucho que deseamos que algo suceda hasta el mismo momento en que lo que deseamos se decide a suceder. A ella le suspendieron el examen de gallego, en realidad le suspendieron el examen del libro de gallego. Las razones, justas o no, no vienen al caso. Lo que sí interesa es que para recuperar la prueba le exigieron un breve comentario del libro y entonces surgió la pregunta:
-Mamá, cómo hago un comentario del libro?
La memoria casi siempre apuñala por la espalda y me vi de repente en mi ambición más antigua, más arraigada: la Literatura. Me vi en el momento de decidirme a estudiar. Me vi en el momento de tomar la decisión de entregar mi alma a la palabra escrita y poder sembrar palabras sabiendo que alguna tendría que prender.
Sin embargo “mamá, cómo hago un comentario del libro?” me dejó paralizada. Mi ambición se murió por el camino y esa frase la hizo brillar como polvo de fantasmas.
La miré. Yo no había leído el libro. Se trataba de explicar cómo construir un comentario, cualquier comentario, el comentario. Me senté delante de ella en la mesa de la cocina. Siempre es en la cocina. Y le dije agarrando su atención por sorpresa:
-Recuerdas Caperucita Roja?
Lo recordamos las dos porque cuando no podía dormir, poco después de haber nacido, le susurraba al oído, muy despacio, el cuento con la voz muy suave. Porque tenía versiones y versiones de caperucita que le traía cuando estaba malita. Porque era su cuento favorito .
Fue media hora irrepetible. Tal vez más. Ella sola encontró el tiempo, el espacio, los personajes, la voz del narrador, el significado del bosque, del lobo, del camino… la casa de la que sale y a la que llega, la intención…
Y yo sola encontré la manera de encararme a esa vieja frustración o cobardía que vive conmigo.

3 comentários:

  1. No creo que hayas perdido esa ambición.
    Cada día que leo aquí tus entradas, me quedo maravillado de tu manera de escribir. Me gusta esa manera, pausada y tierna, que tienes de contar las cosas. Eres capaz encontrarle un hilo argumental a una pequeña anécdota cotidiana con una facilidad pasmosa.
    Tienes qué contar y sabes hacerlo. Que más?

    ResponderExcluir
  2. Con todos los respetos, Pau; tú sigue con esa frustración y nosotros seguiremos leyendo -- y aprendiendo -- tus joyas literarias.

    ¿Quién da más?

    Beijinhos

    ResponderExcluir
  3. Pues yo te entiendo. Si yo tuviera tu habilidad para escribir, tu imaginación para crear imágenes de palabras y versos de la nada, no querría hacer otra cosa. Pero Pau, créeme, todo lo que tiene que llegar, llegará.
    Beijinhos

    ResponderExcluir