sexta-feira, 18 de janeiro de 2013

Rescate

Lo cierto es que cuando le sonrío por las mañanas, me siento mejor. Hoy llovía. Ha llovido toda la semana. Es de nuevo esa lluvia constante y obstinada que apenas deja respirar. Resbala por la piel de la realidad con absoluta falta de pudor. Poco a poco nos va ganando, anegando, encharcando. Nos ahoga el alma y enmohece nuestros gestos dejándonos encantados en una mirada soñolienta tras el cristal de la ventana.
Me resisto porque sé que si cedo a ese hechizo no volveré de allí. Salgo a correr y escucho los pies en la tierra empapada. Las piernas frías. Sudo. Y al volver, ya subiendo hacia casa, lo veo tras el cristal, como cada mañana. Casi lo olvido porque el agua me empaña la mirada, pero está allí. Entonces, bajo la lluvia, sonrío un día más, y esta mañana siento como esa sonrisa despeja un poquito el aire. Digo adiós con un gesto muy grande de mis brazos y él, detrás de la ventana, con sus noventa años en adagio, me devuelve el saludo y la sonrisa. Una sonrisa, que de haber sucumbido a la pereza, no habría rescatado de la inundación.

segunda-feira, 14 de janeiro de 2013

Paradoja de la gallina. O paradoja del blog y la gallina.

En realidad lo pensé mientras corría. Precisamente mientras corría.
Las mujeres vivimos más años. Somos más longevas. Es posible. Pero mientras corro por el camino, entre pinos y eucaliptos, pienso que, tal vez, no sea tan cierto. En realidad lo que sucede es que nos olvidamos de morir, atareadas como estamos en mantener la vida.
Todo sucede tras el primer hijo. Hago recuento de amigas y conocidas. Han desaparecido. Desaparecen, igual que yo misma, en la dulce y adictiva tarea de criar un hijo. Después es todo correr para empujar la vida y colarse en los huecos del estar de los otros. -Pero lo de los huecos es otra teoría-. Lo que importa es que todo es correr y, en esa prisa, en esa concentración permanente para que no decaiga, es posible que nos olvidemos, un día, de morir. Por eso duramos.
Lo pensé mientras corría, precisamente mientras corría. Tal vez por eso surgió la imagen tópica, jocosa y dura de una gallina sin cabeza escapando de la muerte por la propia inercia estar viva.

quinta-feira, 10 de janeiro de 2013

Poco habitual

Era temprano y estaba parado, junto a la furgoneta, en medio de la nada. Temprano: esa hora en que nada es todavía habitual. El cielo se acomoda, el viento duda, los pájaros se revuelven en las ramas.
Él estaba parado en medio del camino. La furgoneta apenas arrimada y él junto a la portezuela. Esperando por el tiempo. Un hombre maduro. Abrigo. Cabello penosamente teñido. Gafas. No reparé en más. No reparé entonces y aún ahora no podría retratarlo mejor.
Yo simplemente corría. Escuchaba mis propios pasos en la grava y respiraba. Corría también en medio de la nada y de mi nada.
Al pasar a su altura, el hombre dijo algo. Como no le entendí, aminoré la marcha y pregunté con un gesto, fatigada.
-Que si llevas mucha prisa... yo te llevo... -
Y la boca se le torció en un gesto mal aprendido de estúpida osadía.
No sé si fue precisamente el gesto o la pausa inesperada, pero sé que respondí con unas palabras crudas arrojadas con fuerza. Duras. Seguí corriendo. Pensé en mis canas, en mis años, en mi carrera torpe y en la hora. Pensé. Fui pensando. Después todo fue siendo cotidiano y todas las cosas permanecían en su sitio. Es decir, lo fui olvidando.
Pasaron un par de semanas y una mañana, ya subiendo hacia casa, pasó una furgoneta. Pasó y de pronto volvió a pasar y se paró a mi altura. Bajó un hombre maduro. Abrigo. Cabello penosamente teñido. Gafas. No reparé en más. Se dirigía a mí y aminoré el paso por si iba a hacer una pregunta. Una dirección. Un camino. Se aproximó despacio.
-Perdone-dijo.
-Sí, dígame.
-El otro día... hace unos días... creo que la ofendí. Quiero que sepa que no era mi intención. Que no quería molestarla.... Que yo solo...-
Hablaba despacio y buscando las palabras como en un cajón revuelto en que nada se encuentra.
Tardé en unir los puntos que unían los días. Pero era el mismo hombre. La misma voz.
-No se preocupe- le dije -Acepto las disculpas. Digamos que fue... un mal momento.
Subió a la furgoneta y se marchó. Yo seguí corriendo. Seguí pensando. Y, además, llegué sonriendo.

quarta-feira, 9 de janeiro de 2013

Vulnerables

Nos decimos “ya pasó” con una sonrisa que quiere ser de alivio, aunque, a veces, se nos queda atascada en un roce imperceptible de nostalgia. “Es que solo están bien mientras hay niños”. Y  metemos las bolas en su caja, las guirnaldas, los pastores, los Reyes, el portal y el Niño, la Virgen, San José y la mula, el buey... Lo hacemos con cuidado. Ordenamos y envolvemos con esmero. Con ese mismo esmero con el que estos días nos hemos expresado. Pasando de puntillas por el alma. Porque la Navidad, que ya ha pasado, -sana sana-, nos hace quebradizos y pequeños, nos disuelve por dentro. Quedan a flor de piel nuestros antiguos escollos, esas durezas mal fraguadas en la infancia. Aquellas Navidades en que nos creíamos, pequeños aquiles, invulnerables.

terça-feira, 8 de janeiro de 2013

Cocina

Me habla de espaldas y desde la altura incómoda de sus zapatos de tacón mientras aclara bajo el agua, guantes de látex, los últimos cubiertos. Veo la lazada del mandil y sus largas piernas. Su espalda levemente encorvada hacia el fregadero. Me habla lentamente, con el remanso del cansancio. La cocina huele a clavo y a carne guisada.
Entonces se vuelve y sus ojos brillan con el titubeo de unas lágrimas.
-¿Sabes?- dice -yo también he caído en la trampa.