segunda-feira, 19 de setembro de 2011

Otoño

Había caído una lluvia tierna y esperada durante toda la mañana. Tal vez por eso mismo decidió calzar unas zapatillas con suelo de goma y salir a pasear. El aire tenía de pronto, sin haber sido anunciado, el tacto del otoño y ella pensó que toda su vida había sido irremediablemente cursi y aburrida en sus pensamientos y que la idea de cambiar le producía en sí misma aburrimiento. Le gustaba la humedad del aire que limpiaba e iluminaba la voz que la corregía. La señora Chelo esperaba en la puerta cuando ella pasó imprimiendo su débil sombra por las paredes. Vestía sus ropas de domingo y era solo martes. Le sonrió porque había algo de fiesta en la pausa contenida de la anciana. Respondiendo a la sonrisa, la señora Chelo trinó desde la piedra oscura anunciando: Me vienen a buscar. Estoy esperando.
Saludó con la mano y asintió. Pero se llevó disimulada la certeza de que mentía. De que nadie vendría nunca a buscarla, aunque hubiera llovido, aunque llegara de pronto el otoño con sus tintes y su voz fuese cantarina como la lluvia.

quarta-feira, 3 de agosto de 2011

Pavo Real

Pedaleamos despacio mientras la tarde se amansa. Le gusta hacer preguntas y dibujar dicotomías solo para que sigan humeando las palabras. Qué prefieres para el jardín, un ave o un mamífero?
Yo prefiero un ave. Él también prefiere un ave y su favorita sería un pavo real.
Pedaleamos en silencio un poco más. Pasamos un campo de trigo tan uniforme en su color que al pequeño Nicolás le parece estar en blanco y negro, como en la tele, dice. Pasamos unos caballos que no nos miran, una casa cerrada en medio del llano, con sus árboles generosos ofrecidos al silencio. Un poco más.
-Pero tendríamos que tener dos.
-Dos qué?
-Dos pavos reales, mamá.
-Y dos, por qué?
-Para que uno quiera impresionar al otro, sino no van a abrir la cola... Sería perfecto si fuesen un pavo y una pava.

Por el camino de vuelta nos cruzamos con una gente que pasea haciendo sombras afiladas. Entonces Nicolás jadea de cansancio, hace ruidos de agitación y gran esfuerzo. Se acerca velozmente hacia mí y con esos ojos negros que casi no le caben en la carita cuando se ríe, me dice:
-Es que yo soy como un pavo real, mamá, me gusta cuando me miran!

quarta-feira, 20 de julho de 2011

Amarillo pollo

Siempre que algo le daba miedo prefería salir a su encuentro. Evitaba así el susto innecesario de la sorpresa. Sucedió un día con la vejez. Se paraba en los rostros de la gente madura. No en los ancianos, que ya tienen de nuevo su encanto y su ternura, no. Se paraba en los rostros de la gente de mediana edad, gente que no conseguía afinar el ritmo de sus andar con la cadencia o melodía de su años. Era una sensación difícil de describir, me contaba un tanto pudorosa, porque tenía mucho de prejuicio inconfesable (incluso para sí misma) y mucho de miedo a sí misma, a su vejez. El caso es que como siempre se había adelantado a sus temores, se despertó una mañana con la firme convicción de enfrentarse a la madurez... aunque yo sé que delante del espejo fue más radical en sus definiciones. Convencida como estaba, tomó sus decisiones y actuó en consecuencia. Como primera medida: asumir. Y siendo mujer y un tanto presumida, decidió que "por coherencia y hasta por comodidad" lo primero a asumir tendrían que ser sus cabellos blancos.
No diré que le diese tantas explicaciones a la peluquera, pero sí llevaba preparado un breve discurso de digestión rápida y de tono divulgativo. La peluquera la escuchó y con una sonrisa muy profesional, aceptó la propuesta.
-Pero no puedo decolorarte el tinte que llevas, porque te quedaría exactamente un tono amarillo pollo, que sería... poco deseable. No crees?
-Amarillo pollo?
-Sí, como aquella chica de allí, pero más pollo... horrible.
Entonces le puso la bata sobre los hombros como una camisa de fuerza y delante del espejo, mientras manipulaba su desastroso cabello, la fue embrujando.
Cuando salió de allí, se ríe ahora, era una mujer madura, mechada y rubia. Nada coherente y muy poco valiente..
Pero en un año, será canosa y tendrá exactamente la edad que aparenta.

sexta-feira, 15 de julho de 2011

terça-feira, 12 de julho de 2011

Ve menos a su madre.

Son solo quince años. Es esbelta y grácil como un potro joven. Combina camisetas y zapatillas como una gran pasión y no sale de casa si no la acompaña su cepillo para dominar el cabello. Estudia sonrisas delante del espejo en la soledad del baño y habla modulando su voz fina como un instrumento de viento encantador de miradas y serpientes. En la sobremesa hablamos de la crisis. Ella no la nota, afirma despreocupada y cantarina, ligera en sus palabras como en su andar. Argumentamos intentando adaptar las palabras al hueco difuso de su pensamiento. Entonces ella añade:
-Bueno, tal vez sí.. la noto en que veo menos a mi madre.
Y a mí me gusta pensar que por su mirada pasa una nube gris como de nostalgia.
Esa misma noche hablo con esa madre para combinar ciertas normas de entrada y de salida, de llegada y partida.
-Temprano- me responde -yo me levanto a las cuatro de la mañana y no puedo esperar por ellas hasta las tantas...-
Limpia centros comerciales desde las cinco de la mañana y portales desde las ocho de la tarde. Durante el día procura dormir unas horas mientras la tele esculpe entre susurros el sueño de su niña, esbelta como un potrillo, sonámbula por los pasillos de su casa.

sábado, 9 de julho de 2011

Trascendente...

Me paro delante de una poza. El sol, a fuego lento, acaricia las rocas y la arena y siento calor en la piel. Observo. El tiempo no roza el aire. En un momento dado una diminuta caracola se mueve y se desplaza. La veo deslizarse en el suelo del agua. Veo un minúsculo tentáculo que extiende como mano de ciego. Si alzo la vista un cormorán se sumerge en el mar y otro, con un esfuerzo prolongado en el espacio, se despega del agua y penetra en el cielo. No soy nadie que exista más concretamente que esta caracola y estas aves. El breve cosmos de la poza no es mayor que el universo.

sexta-feira, 8 de julho de 2011

Jirones

Son solo pequeños jirones de vida que no tienen continuación posible. La vida misma está hecha de remiendos que se solapan como esas colchas preciosas que sabe hacer Azucena. Remiendos que forman figuras que nunca se repiten de la misma forma. El jirón suelto del papel enrollado con un nombre escrito, no tiene continuación posible. Nunca más volví a ver a la tía Lola. A veces cae su nombre en una conversación de la familia, como por casualidad, y alguien recuerda algo que no sé si supe alguna vez o si simplemente lo he olvidado. Por ejemplo, hace poco, mi hermano comentó que tras echar de casa a su madre, ya una anciana, vendió su dormitorio en la misma tarde para que no pudiera volver. Yo recuerdo a la abuela comiendo una manzana por las calles con los ojos muy abiertos y una sonrisa sin terminar. Recuerdo también los viajes de mi madre en autobús los fines de semana para visitarla en el asilo en que acabó sus días. A veces íbamos con ella y el olor penetrante de la vejez hacía doloroso estar allí. Aunque no nos reconocía, siempre que mi madre le acariciaba la cara se derramaba de sus ojos una dulzura llena de paz, un poco boba, que entonces no conseguía comprender. Ahora sí. Ahora lo comprendo, como comprendo el silencio del viaje de vuelta.
Con todo, incluso con aquella tristeza espesa que teñía aquellas tardes lentas, mi madre se las apañaba para que estos recuerdos tengan hoy un sabor dulce y profundo como aquellas miradas y aquellas caricias. Antes de coger el bus de regreso, pasábamos por la pastelería y nos cargaba de rosquillas de azúcar y almendrados; por eso, aún en aquel dolor, hay una huella dulce que inevitablemente dejó el cariño, como un rastro, como una marca de agua que verifica la autenticidad de un sentimiento. Remiendos que forman figuras que nunca repiten la misma forma, pero que una vez unidos, son nuestra vida.

quinta-feira, 7 de julho de 2011

Incredulidad

Entonces no le hice caso porque la visita a la tía quiromante había sido, en realidad, simple curioseo. Pero cuando las cosas se pusieron más complicadas y no podía vislumbrar una salida en la espiral creciente e infinita de un mismo conflicto que se realimentaba a sí mismo, recordé sus palabras. A escondidas, amparada por la soledad de una mañana triste y gris, escribí el nombre propio del problema, que siempre lo tiene, en un fragmento mínimo de papel. Después lo enrollé y lo até con un hilo, no recuerdo si tenía que ser de algún color concreto, supongo que no porque de ser así lo habría hecho según las instrucciones, y lo metí en el fondo más helado y escondido del congelador. Allí sigue. De hecho llegué a olvidarlo. Llegué a olvidar que un día había creído, aunque fuera solo por un instante, en algo tan absurdo. Solo lo recordé años después en el transcurrir de una vaporosa conversación de sobremesa. Estuve tentada de ir a buscar aquel papel con aquel nombre escrito y enrollado. Sé que el conflicto duró y trabajamos mucho para solucionarlo. Que pasó el tiempo y que nada es para siempre. Pero incluso desde la firme incredulidad, prefiero no tocarlo y dejarlo estar allí, sumergido en el frío. Después de todo, es solo un pedazo de papel con un nombre escrito

quarta-feira, 6 de julho de 2011

La tía Lola

Muchos años después volví a verla para que me leyera el futuro y había cambiado muy poco. Continuaba cayendo de sus hombros la tira del sujetador color carne y sus brazos eran anchos y blandos como entonces, cuando la veía caminar cojeando por aquella cocina en que nunca se fregaban los cacharros mientras hablaba en alta voz, casi siempre discutiendo con mi madre, sosteniendo un cigarrillo entre los labios. Entonces yo era una niña y la miraba con sorpresa y disgusto sin poder dejar de compararlas. Mi madre, tan esbelta y limpia, con la voz modulada y suave me parecía entonces, desde los cinco años, una princesa. Después supe que la tía Lola había echado de su casa a nuestra abuela, ya una anciana, y por razones que mi madre nunca me quiso explicar acabó sus días en un asilo, con las únicas visitas de su hija "princesa". No supe nada más de la tía Lola y no la recuerdo en el entierro.
Muchos años después volví a verla para que me leyera el futuro. Se había convertido en quiromante y se ganaba la vida echando las cartas en un cuartucho oscuro. Reconocí sobre todo sus brazos y aquella tira de sujetador resbalando por sus hombros. Había cambiado muy poco, los años se habían limitado a excavar aquel gesto profundo de dolor y desgana en sus facciones. No se alegró de verme y me hizo pocas preguntas pero he de reconocer que, a pesar de mi escepticismo, fue bastante precisa en sus predicciones.

terça-feira, 5 de julho de 2011

Desequilibrio

LLegó de dar un largo paseo rodeando la laguna. Traía todavía los oídos llenos de trinos y murmullos, croares de rana y espacios para los silencios. El cuerpo confortablemente cansado con la certeza de un vaso de agua. Atravesó el jardín de la casa pensando en la dulzura de su suerte y fue al acercarse a la puerta cuando rechinó la armonía: estaba abierta. Recordaba haber dejado la puerta trasera cerrada aunque sin llave. No hacía viento y no esperaba a nadie que pudiera llegar hasta aquel lugar apartado de la playa vacía sin un coche. La puerta estaba abierta y mientras se sorprendía, apareció en ella la figura de un hombre alto, en bañador, tatuado y descalzo.
El pensamiento corre en vetas paralelas y mientras se asustaba era capaz de indignarse.
-Y usted que hace aquí!!
Lo dijo con voz fuerte pero sin gritar. El corazón batía a ritmo de peligro pero sostuvo su mirada como quien gobierna la vela en medio del viento. El hombre, tranquilo, explicó que había preguntado si había alguien y que estaba interesado por la casa. No se molestó en explicar su presencia en el interior. La escena era la siguiente: él en la puerta de la casa, alto y, además, un peldaño por encima de ella, luciendo una calma ostentosa más próxima de la chulería. Ella, un peldaño por debajo, modulando una energía que la empujaba y que al mismo tiempo temía que le fuese devuelta en forma de ira. Consciente del desequilibrio y la vulnerabilidad. Entonces se limitó a decir: Fuera de aquí.
Aún así, el hombre, alto, en bañador, tatuado y descalzo, alardeaba de una lentitud exasperante en sus pasos. Continuó diciendo esas palabras: fuera de aquí, fuera de aquí, mientras lo acompañaba hasta la puerta de la finca empuñando su dedo índice como un arma.
El hombre desapareció tras el portón de hierro. El corazón se fue ordenando poco a poco. Se volvieron a escuchar los pájaros. Todavía pudo pensar en si, tal vez, el hombre solo quería hacer una pregunta y después, olvidó de nuevo echar la llave a la puerta.

segunda-feira, 4 de julho de 2011

El arpa de hierba. T. Capote.

El arpa de hierba
Salimos de vacaciones el día 1. Busqué, con prisa, un libro que llevarme, algo entretenido y a la vez... Casi al azar estiré las manos hacia la estantería y toqué el arpa de hierba de Truman Capote. Dice mi amiga que ella ya intentó hablarme una vez de Truman Capote, pero por aquel entonces yo no quería que me gustara. Salimos de vacaciones el día 1. Lo comencé el día 2 y lo he terminado el día 4. El día 4, por la noche, pienso recomenzarlo:

"En las tardes de invierno, tan pronto como regresaba de la escuela, Catherine abría presurosa un tarro de conserva, mientras Dolly colocaba en el hogar una enorme cafetera y metía una fuente de bizcochos en el horno, y éste, al abrirlo, dejaba escapar la fragancia de la vainilla caliente. Y es que Dolly se alimentaba casi exclusivamente de dulces, siempre estaba haciendo pasteles, bizcochos o cualquier clase de repostería. Dolly jamás tomaba verdura, y la única carne que le gustaba eran los sesos de pollo, del tamaño de un guisante y que desaparecen antes de haberle tomado el gusto. Gracias al horno y al hogar de la leña, la cocina estaba caliente como una estufa. Lo más que conseguía el invierno era helar por fuera los cristales de las ventanas con su azulado hálito glacial. Si algún mago me ofreciera hacer realidad un deseo, le pediría una botella llena de las voces que resonaban en aquella cocina, de los murmullos y el crepitar del fuego, una botella llena a rebosar del olor dulce y mantecoso de la pastelería... Aun cuando, todo hay que decirlo, Catherine olía como una cerda en primavera".
El arpa de hierba. Truman Capote.

Playa

El silencio no es bastante silencio si no hay pájaros. Ellos dibujan la distancia. Hay silencios próximos, inmediatos, y silencios lejanos, extensos. Las ocho de la mañana. La playa está vacía y limpia. El mar viene a lamer las primeras pisadas, que han sido las mías. Confirman esta dulce y confortante soledad que estreno. Me visto la soledad como un regalo y el silencio es una joya que me viste.

sábado, 2 de julho de 2011

La prima Luz

Había llegado la prima Luz. Oímos voces que salían de la casa por las ventanas y las puertas abiertas. Voces aturdidas rebotando en las paredes como pájaros asustados. Silencios breves. Después sonidos tristes de muebles que se arrastran, la inercia de la vida quejumbrosa que se despereza.
A lo largo de aquella mañana aprendimos a distinguir una voz dulce que no sabía gritar pero revoloteaba por encima de las otras. Era la prima Luz. Una mujer de grandes caderas y caminar pausado con gruesas gafas de miope que parecía saber el lugar natural de cada cosa en el mundo.
Durante unos días nos acostumbramos a su voz y a los pequeños golpeteos y crujidos que emitía la casa y una tarde el perfume de la canela y el crepitar del aceite en la cocina pareció indicar que la vida había reanudado su andadura. Fue precisamente aquella tarde cuando el pequeño Nicolás se aventuró en una conversación de ventana a ventana y minutos después salía por la puerta regresando con una fuente generosa y dulce de torrijas calientes.

quarta-feira, 29 de junho de 2011

También está la tía Victoria.

Sabíamos que llegaba la tía Victoria porque de pronto, un día, se abrían las ventanas de la casa y el aire se teñía con olor a lejía. Después, a la noche, cuando las tardes eran muy largas, se encendían las luces y olía a pescado frito, a filetes con patatas. El olor de lo cotidiano. El resto del año la casa no decía nada, permanecía en letargo. Sabíamos de Zacarías, que la habitaba, pero la casa no tenía luces, ni olores, ni ruidos. Al llegar el verano despertaba. No hablábamos con la tía Victoria como no hablábamos con Zacarías, eran vecinos que entraban y salían con un saludo correcto en la boca, nada más. Pero de alguna manera la llegada de la señora era una alegría, como lo es la llegada de las primeras golondrinas o los primeros brotes en los cerezos. Señales de verano, de dulzor en la piel y sobre todo de luz.
Supimos una mañana que Zacarías había muerto, porque no recogió el pan que dejaban en su puerta. El repartidor miró a través de la ventana y vio su cuerpo en el suelo de la cocina. La tía Victoria no volvió a lavar los baños con lejía ni a freír pescado en las noches de verano. Pero una mañana soleada de los últimos días de marzo oímos voces en la casa y la madera esforzándose en las bisagras. Las puertas estaban abiertas, las conversaciones hacían remolinos confusos en los cuartos deshabitados, como pájaros perdidos, y escapaban por las ventanas. Había llegado Luz. La prima Luz.

Mais um. Indignado também o Peixoto.

Este é o blogue do Peixoto.
Este é o seu texto indignado.
Mais um.

sábado, 25 de junho de 2011

Su tía Salomé

Aquí continúa la historia de la tía Salomé, tía de Marc, y sus peculiares elucubraciones ético-morales.

quarta-feira, 22 de junho de 2011

El genio

Está cómoda en la negación y la pereza como en el sofá de la sala y además amenaza en voz alta, con un mohín de niña y de rabieta, con no volver a pintar y dejarse morir en la desgana. Acepto. El genio que habita su cabeza acabará fermentando y haciendo saltar el cierre de desidia que lo encierra.. o el miedo. Espero fuera, mirándole la los ojos como quien adivina. Ese estado es confortable, todos dormimos alguna vez en la misma tristeza, pero ella va a brillar. Mientras, espero.

sábado, 18 de junho de 2011

La tía Olga

La tía Olga había vivido en Moscú, en París y en algún país africano que ahora, mientras caminamos, no recuerda. Era capaz de hablar hasta catorce idiomas y mientras me lo cuenta y caminamos, el viento se va llevando sus palabras. Venían solo cada dos años ella y su marido a pasar quince días en el mes de julio. La recuerda muy bien porque llegaba cargada de maletas y regalos, llevaba el pelo corto de las mujeres de la belle êpoque y, aunque ella era pequeña, siempre se paraba a escucharla como si tuviese algo importante que decir, sin sonrisas piadosas de adulto para criatura. No tenía hijos y en esos quince días de verano ambos entraban y salían de la casa sin horarios, desconcertando a la familia. La risa de la tía Olga se adelantaba llenando las calles de madrugada y se hacía susurro cuando llegaba a la puerta. Una mañana a mediodía todo se convirtió en silencio. El viento se lleva sus palabras y arremolina los recuerdos. Recuerda, sobretodo, la manera en que se quedó haciendo círculos con la cuchara en la sopa cuando su padre les dio la noticia. Venían de la playa y el coche de unos ingleses se salió en una curva, chocó contra el vehículo de la tía Olga y ella, que conducía, salió por el parabrisas despedida. El marido estuvo en el hospital durante meses y después nunca más supieron de él. Era una sopa amarilla con fideos muy gruesos. La cuchara daba vueltas temblando contra la porcelana.

quarta-feira, 15 de junho de 2011

Otra forma de ser Ofelia

Le hubiese gustado ser sacerdotisa de un templo antiguo donde su silencio y su cuerpo confortasen a los humanos atormentados por los dioses, pero nació mortal y vulnerable. Por eso, cuando el héroe llegó llorando, ella no pudo sino sujetar sus brazos. Las abejas adormecían la voluntad del aire y ellos permanecieron de pie como estatuas de mármol. Vulnerable. El héroe rompió a llorar y con su flaqueza se doblaron las piernas de aquella mujer que no era vestal ni diosa y sus muslos cedieron a la piedad y al dolor. Él, después, despareció en el bosque, recién nacido, y ella se adentró en el agua para lavar sus huellas. Primero un pie, después el otro. Los cabellos flotaban entre el agua y la luz. Después solo la luz, un cuerpo abandonado para consuelo de alimañas.

segunda-feira, 13 de junho de 2011

Escarabajo dorado

Dice, y cuando habla con los ojos estancados es porque lo recuerda, que cuando ella murió, en el suelo de la cocina no había ningún escarabajo perdiendo la vida entre las patas, panza arriba. Dice que se lo inventó porque esa sensación, la de bracear desesperadamente, era la que mejor describía esa espera silenciosa de su madre sentada junto a la ventana sin decir nada y a veces incluso, sonriendo. Sabiendo además, como ella lo sabe ahora, que se estaba muriendo. Se lo inventó, dice, y yo la creo. La creo por los ojos estancados y por que sé cómo le gusta aderezar los textos. Después el agua de su mirada volvió a correr, me miró y me dijo que ayer vio el mismo escarabajo inventado avanzando por el pasillo. Era el mismo escarabajo dorado, hermoso pero insecto. Caminaba despacio, pesado, portador de símbolos antiguos, solemne como un chamán. Se paró a mirarlo y estuvo tentada de llevarlo al jardín y rogarle que solo devorara las rosas. Pero no pudo. Pensó que era literatura, baratijas de palabras, y salió de la casa en paz, con esa convicción que fugazmente riza la superficie de sus ojos y, al ver que la he descubierto, se despide.

segunda-feira, 6 de junho de 2011

Una plaza

En esa plaza crecen los árboles y el silencio. Gritan solo las golondrinas haciendo ecos en las piedras del convento, solo paredes, y la memoria echa raíces agrietando la madurez que nos disfraza. Nos paramos allí, delante de ella, sin cruzarla.
-Esta plaza...
Dice él y en sus ojos sonríe un niño que todavía lo habita. La banda tocando brillante los domingos por la mañana. La mano de la abuela, la sombra inquieta de los árboles y aquel olor de verano y almidón.
-Esta plaza...
Yo cruzaba para el colegio con mi prisa y mis libros y en los bancos se reían los niños que se quedaban. La risa rebotaba entremezclada de pasos y palabras sucias. Todavía están allí, pequeñas e inofensivas, como papel.
También está, pero me callo, aquel adiós que dejó un beso fantasma para siempre cautivo de los labios y una historia sin contar.

sexta-feira, 27 de maio de 2011

La mentalidad

-La mentalidad no se puede perder nunca- me sentencia el anciano desde su mirada amoratada, frágil y suavemente encogido. Siempre se llevó mal con el cuñado, repite el coro de vecinos a mi lado. Siempre se llevaron mal. Las llaves del tractor se perdieron en la huerta, entonces lo vio venir hacia él con un palo, levantó los brazos y cuando se repuso del golpe, aquel hombre, su cuñado, venía hacia él con un cuchillo.
-Ahora dice que no recuerda nada... pero la mentalidad no se puede perder nunca- Insite.
-Después me echó de casa y ni tiempo me dio para recoger mis cosas. Allí están, allí quedaron.
Sobre nosotros las nubes y el viento. Me abrazo por el frío y por esos ojos que me miran desde un dolor oscuro, hundido en la resignación que ha enraizado en los años. Siempre se llevaron mal, repite el coro trágico que espera. Siempre se llevaron mal. Y el anciano se va por el camino. Suavemente encogido, mascullando un destino hecho de arenas. Inexorable.

quarta-feira, 25 de maio de 2011

Isto nom foi um cabaré!

Posso imaginar os blogues todos que há na rede como um universo cheio de estrelas. As estrelas sao insignificantes porque a distância faz com que elas sejam pequenas, invisíveis até. As estrelas estao e fazem mais formosa a noite, mais profundo o céu. Mais grande o espaço no nosso conceito limitado, mais misteriosa a razao de tudo existir. Mas também podemos viver sem saber delas. Mesmo sem lhes saber o nome. Mesmo sem perceber que atravessou o céu uma estrela candente. As estrelas simplesmente estao.
Posso imaginar os blogues todos como um universo cheio de estrelas e normalmente nao sentir, em esta noite sem horários, a falta de nenhum. Mas hoje reparei, olhando o céu, que se apagara um dos meus blogues mais queridos: "Isto nom é um cabaré!" de Sun Iou Miou. Apagou-se. Nao deixou nem apenas a luz. Ela, Sun Iou Miou fala em blogues mortos... eu respeito e bem sei que a vida é feita de ciclos. Mas... o céu está um bocadinho mais escuro. Até já.
http://opoemaquehojepartilhariacomvoces.blogspot.com/
http://improvisosdeademarsantos.blogspot.com/

terça-feira, 24 de maio de 2011

Más sobre el miedo.

Dice José Luís Peixoto que el miedo se contagia por los ojos. Que lo transmitimos a nuestros hijos a través de la mirada. Creo que es cierto. Contaminamos lo que miramos: hijos, amigos, vecinos. Estos días los pensamientos sobre el miedo me zumban en la cabeza como moscas de septiembre, obstinadas y torpes. He recordado, escarbando en la fuente donde comencé a sentirlo, las sombras tras la puerta del cuarto en que dormía con mi hermana. Había una silueta siniestra que acechaba vigilando nuestro sueño, dispuesta a hacer el mal. Cualquier tipo de mal indefinido. Supongo que eran los albornoces en el colgador o la estantería del pasillo, pero las dos, mi hermana y yo, veíamos claramente instalado y espectante un hombre con sombrero y abrigo de nariz ganchuda.
Mi hermana entonces se quedaba dormida bajo las sábanas. Se tapaba hasta la cabeza y se sumergía en la oscuridad absoluta y también en el silencio. Yo, sin embargo, optaba por descubrir los ojos, abrirlos mucho y no cerrarlos mientras fuera posible. Al menos así podría ser consciente del peligro, estar alerta e incluso defenderme, gritar o, al menos, saber cuándo sería mi final.
Han pasado muchos años desde entonces y estos días, que ciertamente he sentido algún tipo de temor, sino miedo, he descubierto que esa actitud de la infancia se mantiene. Prefiero saber, mirar sin perder detalle. Estar alerta y hacer lo que en mi mano esté para defenderme. No esconderme.

quinta-feira, 19 de maio de 2011

Nuestro miedo.

Ya sé que tienes miedo. Pero se sufre más agazapado en la noche mientras se agrandan los pasos, que saliendo a buscar respirando con fuerza. El tiempo se detiene entre las sombras y te tragas tu sangre para que no la escuchen. Ya sé que tienes miedo, pero después te quedará el consuelo de no haber mutilado tus sueños, tus creencias o tu alma. Tenemos miedo, pero no hay miedo mayor que el de perderse, sentirse a salvo sin poder responder cómo es tu nombre, quién eras.
Mejor así, con el miedo a la espalda en el camino, que esperarando.

quarta-feira, 11 de maio de 2011

Aniversário

Os olhinhos cansados efervescem sem se render ao sono. O quarto ainda cheio de papéis de cores, presentes desembalados na emoção efêmera da festa.

A sua cabezinha, encostada na almofada desenha um sorriso:

- É genial a vida de seis anos! - transborda felicidade.

Estreia os anos como brinquedos. E celebra a maravilha de exercer a infância.

segunda-feira, 9 de maio de 2011

Breve historia de aqui.

Siguió corriendo a pesar de que incluso las paredes rebotaban su nombre y lo repetían. Después escuchó solo sus pasos, la suela de los zapatos nuevos contra las baldosas de la estación vacía y a media luz. Y más tarde, ya en la seguridad y penumbra de los lavabos, solo su respiración agitada y el bombeo del corazón agolpando la sangre en la cabeza, junto a los tímpanos. Mantuvo su cuerpo apoyado contra la puerta para impedir el paso hasta de los recuerdos, de su propio nombre atravesando los pasillos para alcanzarla.
Esperó. Se fue calmando. El grifo goteaba marcando los segundos pero no sintió miedo, solo era agua. La evocación del agua despertó la sed. Lentamente se separó de la puerta y sin abandonar el instinto de alerta, abrió el grifo. Primero empapó las manos. Hizo un cuenco con las palmas para beber. Beber. El agua corría entre sus dedos y caía de su boca refrescando el cuello y el pecho. Después se humedeció la nuca.
En el espejo aquella mujer sin pasado, mojada y sudorosa, le sonreía.
-Tú sabes quién soy- y lo dijo en voz alta.

Parabens para você.

Quando deixa de queimar a vida e fica apenas o sabor, macio e morno, como o café. Eis onde estamos, amigo. Deixamos ainda pegada de desejo na calçada mas nao levamos a dor do seu bater. Eis o ponto de equilíbrio no que andamos, pode ser breve, mas por enquanto é. Saboreia este copo de vida, cavaleiro. E vive sem medo. Nada do que hoje sentes será importante em quince anos mais.
E como antes falamos: protetor solar e exercício, beijos e palavra escrita.
Parabens, C.

quinta-feira, 5 de maio de 2011

Dididai

Lede isto que escreve Amalia sobre Dididai . Nao existe melhor maneira de contar.

Miedo

A veces no quiero ver la luz
y en la puerta
de mi casa
hay perros
que gimen.

Tengo miedo de ser
y no puedo esconderme
no hay palma de la mano
que me acoja
ni oscuridad
que me oculte.

A veces
estas veces
no quiero ver la luz.

terça-feira, 3 de maio de 2011

O caminho do céu

Lemos um conto popular da Indonésia. A noite está cheia de perguntas e às vezes até caem respostas fugazes, como estrelas. Na história um casal velhinho procura tempo para ler o Corám, o livro sagrado, e descobrir assim o caminho para o céu.
-Olha mamai, o qué é o Corám?
-O livro sagrado dos musulmanes. Como a Bíblia.
-O quê é sagrado, mamai?
-Sagrado é de Deus. O livro de Deus.
Silênico e água limpa nos olhos.
-Eu acredito em Deus.
-Já sei, Nicolás. Continuo a ler?
-E Marcelo, e Candela, e Brais.. todos acreditamos em Deus... e não somos velhos.
Fico um bocadinho atrapalhada no seu olhar cheio de estrelas. Apenas escuto o que ele fala. Depois o conto continua. Os velhinhos encontram finalmente o caminho. Encontram o caminho do céu, mesmo sem ler em livros.

sexta-feira, 29 de abril de 2011

Palomas entusiastas de la mañana
aplauden a la luz
Alas ensanchando el aire
Después:
este silencio dulce
lleno de sol y hierba
turbada.

quinta-feira, 28 de abril de 2011

Amigos que amam

Ela diz de flores
Ele fala em pássaros
Quando o silêncio pousa
fica seu mundo cheio
de pétalas a voar
e pássaros que cantam.
Ela fala flores
ele enche de pássaros
quando as pétalas pousam
voa o silêncio
e amam.

quarta-feira, 27 de abril de 2011

La bolsa

Recuerda todavía con claridad el día en que se fue de casa. Recuerda la frialdad con que preparó la bolsa en el silencio de su cuarto. No recuerda escoger lo imprescindible, aunque sabe que tuvo que ser así, pero sí el remordimiento por llevarse precisamente aquella bolsa, la mejor de la casa, la del viaje de fin de curso. Recuerda haber dejado el equipaje dispuesto y a la vista antes de decirles nada. Comieron en silencio y tensando las actitudes, la presencia, como cada día. Como cada día desde que ella dejó de llegar temprano a casa y convertirse en su propia sombra cerrando la puerta de la habitación, la celda en la que voluntariamente desaparecía. Desde que su padre los sorprendió abrazados en la calle y sentenció: no me gusta.
Preparó la bolsa y no les dijo nada, aunque su madre lo sabía porque siempre sabía todo, todo, incluso antes de que ella misma lo pensara. No hablaron. Ella escuchó rumores que eran ganas de llorar. Sabía que la maleta junto a la puerta era aquella tarde el centro del universo, como si dentro de ella estuviera escondido el porvenir, el pasado inmutable y las palabras que no se encuentran a tiempo. Salió de la habitación con el tiempo imprescindible para decirles adiós. La madre, sentada en la cocina, no dijo nada. Sujetaba con fuerza el cabo que les unía por debajo del miedo. Era mejor no hablar.
-Me voy- dijo encarándose a su padre que la intuía y esperaba de pie al fondo de la sala.
-Sabes que si te vas...-
-.. no vuelvo- le cortó con la misma afectación la escena.
-Pues adiós. Te deseo suerte-
Ahora sabe que entonces eran dos niños. Padre e hija, apenas dos niños peleados con ganas de ganar.
Lo sabe porque al deshacer la maleta aquella noche, no pudo vencer su deseo de llamar:
-Estoy bien, mamá. Hemos llegado bien. En cuanto pueda os envío la bolsa de vuelta.

sexta-feira, 22 de abril de 2011

La consulta

Entró en la consulta apoyada en el brazo de una enfermera. Tendría unos ochenta años y cojeaba ostensiblemente. Intentaba mantener una sonrisa que a duras penas disfrazaba la mueca de dolor. El médico se levantó y la acompañó hasta la camilla. El problema estaba en el tobillo. Ya lo había consultado y le habían recomendado un par de días de reposo, pero iba a peor, por eso estaba allí.
-Pues habrá que verlo, entonces- dijo serenamente el profesional de urgencias. El tobillo estaba dolorosamente inflamado y amoratado. Habría que vendarlo y dejarlo reposar más tiempo. Y todavía con aquel pie frágil entre sus dedos, el doctor miró a los ojos de la anciana que ya no sonreía. Entonces se fijó en ella. Tenía los ojos claros y los rasgos finos. Recogía el pelo blanco en un moño elegante a la altura de la nuca. Había sido bella y conservaba en la mirada esa seguridad que otorga la belleza y que tarda en empañarse mucho más que la piel. Que perdura. Pero ya no sonreía. Sus labios se fruncieron suavemente y temblaron como una hierba. Comenzó a llorar. Entonces el médico, que algo también sabía de los remedios del alma, se sentó junto a ella. Sin mirar el reloj una sola vez, le tomó las manos y se negó a iniciar un vendaje hasta saber la razón por la que lloraba, en un trueque infantil. Ella comenzó a contar y él comenzó a vendar. Salió la angustia de saber a los hijos, ya adultos, pero infelices. De saber el tiempo escaso para ayudar. De no poder morir en paz. Salieron más lágrimas y por cada dolor salió también una sonrisa y un puñado de palabras como ungüentos para el alma. Después todo seguía igual, nada había cambiado en realidad, pero el pie estaba sujeto y la angustia drenada, como un veneno.
Hubo un instante de silencio en que la mujer osciló como si fuese una niña y de pronto, abriendo mucho los brazos, abrazó al doctor y le dio un gran beso. Y arrepintiéndose ya en el aire, le dijo:
-Ay doctor, si su mujer le pregunta, dígale usted que tengo casi ochenta años!-
Y el doctor, cómplice de su osadía, le dijo que no. Que aquel era su secreto.

terça-feira, 19 de abril de 2011

Azucena

Cuando Azucena, que tiene nombre de folletín, decidió recoger las muñecas de su cuarto y meterlas en una bolsa, estaba a punto de cumplir los trece años y su padre fumaba tabaco de pipa sentado junto a la ventana del salón mientras escuchaba, no podría ser otra cosa, el Adiós a la vida de Tosca. Azucena metió todas sus muñecas en una bolsa. En dos. Todas, los bebés que se hacían pis, las pecosas que decían mamá e incluso las barbis esbeltas vestidas de fiesta. Hacía ya seis meses del entierro de su madre, el tiempo suficiente para saber que nadie sacaría de allí a sus hermanas pequeñas si ella no se ponía seriamente en el papel. Metió sus muñecas en una bolsa negra de la basura. En dos. Y después, casi sin respirar, sintiendo una violencia impropia para su corazón de trece años y un peso impropio para sus pequeñas manos, bajó las escaleras y cargando con su infancia, cruzó la calle y la depositó con esfuerzo en el contenedor de la basura. Sintió en la nariz el cosquilleo de unas lágrimas que no dejó salir y regresó a la casa consciente de haberse transformado. Al pasar junto a la puerta donde su padre fumaba esperando un final que todavía tardaría en llegar, lo miró acariciándolo con una sonrisa que tomó prestada, sin ella saberlo, de su propia madre fallecida. Él la saludó como si ya estuviera muy lejos y no pensara volver. Veinticinco años después, no es capaz de explicarse el empeño que llevó a aquel hombre a dejarse morir, despacio, con la voluntad que se pone solo en construir la vida. Ni los médicos supieron darles una respuesta coherente. Su padre se moría. Había empezado a morirse el mismo día que enterraron a mamá y ella lo sabía. Era su voluntad.
Azucena volvió a su cuarto y se paró en la puerta al sentir el frío de la madurez. Oyó la voz de sus hermanas jugando en la habitación contigua y siguió por el pasillo hasta la cocina para preparar la cena.

sexta-feira, 15 de abril de 2011

Tormenta

Bajo los árboles hay un silencio espeso, de tormenta, que se puede atravesar. Llega a través de la ventana abierta y se instala en el aire. Incluso en los espejos. Una paloma ensimismada hace pequeñas curvas en el mundo que calla y, sobre la mesa, las fotos que sonríen son más lejanas. Podría caerse el cielo en un instante porque está cuajado y pleno y pesa, como saben pesar las nubes sobre los párpados del alma. Pero el cielo no se cae, es una puerta la que explota y unos gritos que se levantan como el polvo de un desplome. Luego los niños lloran y los perros ladran. Sobre la mesa las fotos fingen. En los espejos también el aire tiembla y dentro de los ojos, se esparce el miedo.

segunda-feira, 11 de abril de 2011

Metafísica del blog

Del otro lado del blog está mi vida. Una vida que desconoce que a veces la desmenuzo para esparcirla como migas de pan a las palomas. Del otro lado del blog, está mi vida. Ayer la vida y el blog, se confundieron y por unos instantes no estuvimos en ninguna parte.
Él, ese anciano shakespeariano que es mi padre, sentado y con los brazos apoyados en la mesa de la cocina, me preguntó:
-Hija, qué es una página web?
Dejé los cacharros que fregaba y me volví para observarlo. Preguntaba de verdad. Me saqué los guantes de goma. Sin desatar el mandil alcancé el iPad y me senté a su lado para explicarle. No sé si lo comprendió, pero en la travesía, nos acercamos al Remanso. Leímos.
Permaneció callado, con los ojos concentrados en la pantalla, sin mirarme y leyendo todavía.
-Puedes ampliar la letra, haz como yo: así, con los dedos.
Y entonces acercó sus dedos temblorosos al cristal de la pantalla, sin atreverse a tocarla, haciendo un gesto de mago para ver crecer la letra. Un gesto de mago, elegante pero falto de fe.
-Así no, papá. Toca, toca la superficie...
Venció el escrúpulo de tocar un cristal y las letras se le hicieron visibles. Sonrió.
Y, en aquel momento, estábamos los dos del otro lado. Juntos, del otro lado.

domingo, 10 de abril de 2011

quinta-feira, 7 de abril de 2011

Sueño breve

Ya sabes que no me gusta escuchar tus sueños. No me gusta interpretar ni intentar comprender. Prefiero no saberlo.
Por la ventana llegaban esos sonidos que hace el día cuando se despliega, un crujir imperceptible de dobleces y pájaros. El calor, ya tan temprano, era agobiante y ella pensó que, de no haber escuchado a los pájaros, se habría esforzado en huir. Pero chilreaban como si nada pudiera disuadirlos. Tampoco a ella.
Pues te voy a contar mi sueño, le dijo, y sin mirar, sobrevoló el rostro desganado de aquel hombre que desayunaba café y sin dejar de batir sus alas, se perdió en el aire.

segunda-feira, 4 de abril de 2011

Siempre vuelven

Cuando las golondrinas llegaron ese año, las ventanas estaban abiertas. Era marzo, un diecisiete de marzo en que el sol doraba y calentaba la superficie de las cosas y hacía roma la punta de la brisa. Las ventanas estaban abiertas y el grito de los pájaros rasgando el cielo le hizo dejar lo que estaba haciendo para asomarse. Siempre se alegraba. El regreso de los pájaros la reconfortaba, la tranquilidad de saber que la vida continúa pese a los escollos del invierno. Una reconciliación que siempre sucedía y siempre esperaba.
Con la mirada azul, llena de azul, cogió el teléfono y la llamó. El teléfono sonó hasta seis veces y le pareció casi preferible dejar un mensaje:
-Han vuelto- dijo con la voz también azul- las golondrinas han vuelto. Pase lo que pase, recuerda, la vida es esto que no se para y que nos lleva. Siempre vuelven. Confía.
Del otro lado el silencio y la seguridad de que más tarde, en medio de todas las incertezas, volarían las golondrinas bajo el cielo de marzo tachando el invierno.

terça-feira, 29 de março de 2011

Cotidiano y colateral

Llevaba prisa y conducía sin apenas mirar el paisaje. Aún así, sabía que el día estaba gris y que marzo se despedía con las manos frías. Escondía una sensación de tristeza acogedora, de esas que cantan como sirenas y observan como serpientes. La reprimía en la garganta, en el cuenco del alma y se dejaba aturdir por las palabras saladas del locutor que hablaba en la radio sin llegar a decir nada. Conducía con prisa. Al llegar al peaje calculó el vial para la cabina más breve. El tiempo deshaciendo nudos en los reflejos. Al acercarse, el coche de la derecha rectificó su decisión y cambió torpemente de carril para deslizarse en el suyo. Sin pensarlo, ella modificó la trayectoria y miró con desprecio hacia el otro conductor. Miró con esa cara de asco que viene de serie instalada en las ventanillas. Cara de asco y, además, pronunció lentamente un insulto para ser leído en los labios. Un arrebato de ira proporcional al tiempo que la apretaba. Pero la mirada tropezó en el cristal de la acompañante y rebotó. Rebotó una cara pálida y triste ajena a las maniobras, a las palabras sucias y a las prisas. El insulto se le deshizo en la boca con un gusto agrio y estúpido. Y lo peor es que para ese incidente, no hubo trayectoria alternativa. La palabra perdida hirió a aquella mujer y la prisa, entonces, se quedó atascada en esa sensación de disparate cotidiano que atasca los días.

sexta-feira, 25 de março de 2011

Noticias

Dejó el periódico sobre la mesa rezumando sangre. La abracé.
-Dime algo, por favor, algo dulce.
Entonces le conté que han vuelto las primeras golondrinas a nuestra aldea. Que los parques se llenan de niños los domingos con los zapatos de suela y con los cabellos peinados. Que en el suelo hay un charco flores de camelia y que ella, tan cerca así, dentro del abrazo, conserva el olor cálido de los recién nacidos.
Todo era tan cierto como las noticias. La vida, esa sangre corriendo por su cauce.

quinta-feira, 24 de março de 2011

Palabras

Hay palabras que no existen pero podemos decirlas. Cerramos los ojos y aparecen mientras alguien escucha y las espera. Dibujan un sendero de balizas que brillan para poder seguir al menos un poquito. Palabras como luciérnagas amigas. Parece que no existen, pero las pronunciamos nada más inventarlas y arden en medio de las angustias y los miedos, de los vacíos y la soledad. Hay palabras que brotan sin que sepamos donde. Manantiales de consuelo para abrazar incluso en la distancia.

quarta-feira, 23 de março de 2011

Culpa

Treinta y tres años después todavía sentía aquella sensación ahogadora de culpa que la paralizó mientras leía la esquela. Tenía entonces diecisiete años y la vida invadía su cuerpo con la insaciabilidad de la inocencia. El doctor la reconocía con calma y hacía preguntas cotidianas. Ella se abotonaba de nuevo la blusa sin pudor y entonces él, sin levantar la vista de sus anotaciones, le hizo aquella pregunta. Ella respondió que sí y que tenía pareja más o menos estable. Entonces él, prudentemente, le preguntó si podría decirle la frecuencia. Y ella, con cierto descaro y tomándose su tiempo, respondió que dos o tres al día, a veces cuatro. Sonrió guardando los detalles, pero con cierta osadía. Él simplemente anotó la cifra. Todo estaba en orden. El pequeño nódulo de la garganta no era preocupante, solo vigilarlo y volver en un año.
Dos días después ella leía y releía el nombre del fallecido en aquella esquela, atrapada en un temor que no podía evitar. En la casa comentaban, con voz baja, que al parecer tenía una querida.Que se tiró del noveno piso del edificio en que tenía la consulta. Un hombre todavía joven.
Treinta y tres años después todavía lo recuerda y guarda, como un secreto, aquella conversación.

segunda-feira, 21 de março de 2011

Casi quince años.

La primavera llenó de brillos sus ojos y tensó sus labios divertidos al llegar la noche . Un aire de cansancio y una cierta dejadez envuelta en sueño y risas.
-Me acompañas a tomar un cola-cao,,mamá? - me dijo. Y solo le respondí: espera. Pero tenía las pupilas llenas de sueño y atrapó mi palabra como una mariposa para jugar con ella:
“Espera”.. espera! Tengo un momento poético! “espera... Esperar es... esperar es... esperar es dejar pasar el tiempo...”-
La miré, tenía un brazo de poeta alzado en un gesto de creación arrebatada.
Me contagió su risa.
Hay noches en que el tiempo se despliega como un mazo de cartas sobre la mesa para que leamos con claridad todo lo que ha pasado.
Dejar pasar el tiempo era llegar aquí.

sexta-feira, 18 de março de 2011

Flores que no se marchitan

La florista vestía mi gardenia para regalo y entró ella. Era una mujer madura, pretendidamente elegante, cabello suelto, perfumada, labios y pómulos inflamados de bótox redibujando un rostro que ya no era más el que iba a ser suyo. Voluntad de ser otra antes que envejecer. Las tres nos instalamos en el silencio y seguíamos con paciencia las manos que envolvían la gardenia.
Un silencio con muescas de papel.
En un movimiento ágil para alcanzar un lazo, la florista levantó la vista y la descubrió esperando.
-Qué deseaba?
Entonces habló la mujer que estaba dejando de ser ella para ser otra anterior que no habría sido. Habló con una voz envejecida que sí era suya, la misma que habría tenido. Quería enviar unas flores a un hotel, tenía que ser temprano, eran para un chico. Pero a ese chico le gustaban las flores, aclaró.
Sin dejar de manipular la gardenia blanca, con calma, sin brillos ni miradas, la señora de la tienda puntualizó que abrían a las 10.
La mujer sin edad pareció conformarse y admitir las diez como hora temprana pero repitió que las flores eran para un chico. No dijo hombre, ni señor, dijo chico.
-Pero le gustan las flores, qué me recomiendas?
Insistió. Insistió hasta tres veces.
Pagué mi gardenia y después de dar las gracias salí de la tienda sin poder olvidarla. Sin poder olvidar sus pómulos y su labio superior paralizado en la forma artificial de un beso joven que tal vez nunca ofreció. Sin poder olvidar que sus flores eran para un chico que se iba temprano del hotel. Sin poder olvidar el miedo que nos da que nos alcance el tiempo.

terça-feira, 15 de março de 2011

Raíces

Dejó el coche al comienzo del camino y se adentró entre los viñedos. Los sarmientos doloridos, sin podar a mediados de marzo, parecían continuar los dedos, ahora quietos y fríos, de su padre. Caía una lluvia dulce y protectora. Calma. Entre los pies de la vid se enredaban las zarzas voraces. Al fondo de la finca un castaño brotaba contra el cielo con un verde insolente en la tarde gris. Pasó junto a un frutal que no reconocía, diminutas las flores rosas se deshacían en el agua.
Qué será de esta tierra ahora, pensó. Y se apiadó del abandono al que la muerte de él la condenaba. Un mirlo cantó como si rezara y el camino se hizo largo y oscuro terminando el día. Acarició los tallos de la vid como si todavía recordara sus manos. Y regresó sin apenas manchar los zapatos.
Pero la tierra, detrás de sus pasos, estremeció las raíces y sintió lástima.

domingo, 13 de março de 2011

El color del agua

Estaban sentados junto al río sin decir nada. Solo se escuchaba correr el agua, mansa, hacia algún lugar que era siempre el mismo. Miraban el agua sin poder dejar de hacerlo, como si los ojos anhelasen ser peces.
-La eternidad, si existe, tiene este color.
Lo dijo ella porque lo estaba pensando. También estaba pensando que aquel verde del río, denso y profundo, seguiría siendo el mismo si sumergiese sus manos para sacarlo. Pero volvió a callarse porque no cabían más palabras para abrazar el ritmo del agua: la eternidad, si existe, tiene este color.
El cielo estaba gris y los árboles, en marzo, eran apenas un deseo incontenible y aún descolorido. El frío pasaba cruel por el dorso de sus manos y sus labios. Pero el río, el río era verde sin conciencia ni razón.
-Mírame- dijo él- y se miraron. Fue solo un instante, pero cierto: los dos tenían ahora la mirada verde. Verde, del mismo color inconfundible de la eternidad.

sábado, 12 de março de 2011

Cambiar la mirada

A veces es difícil escribir porque los días se vuelven líquidos y se derraman sin poder retenerlos. Otras veces porque no sabemos qué decir o porque lo que callamos es demasiado triste o demasiado trivial para dejarlo caer entre tanta tristeza. A veces es mejor acoger en el silencio, arropar sin rasgar la integridad del dolor.
Estos días, hay esquirlas rebotadas que arañan y callan. Pero callar es respirar y cambiar la mirada.

quinta-feira, 3 de março de 2011

Andresillo

A veces, como una radio que rastrea el espacio, encuentra en la memoria versos sueltos que declama mientras sonríe. Lo hace con un propositado acento de nostalgia, se despoja de recuerdos y esculpe la despedida. Sabe que noventa años le dan derecho a casi todo e interpreta su salida de escena disfrutando, buscando el golpe de efecto sin avaricia de aplausos. Así entró el domingo en la galería mientras yo cosía. Arrastraba los pies y con las manos en alto, temblorosas, recitaba dramático en alta voz: “La Libertad, El Pueblo, repetía por calles y por plazas, cuando el jardín se cubre de heliotropos, de blancos lírios y de rosas pálidas...” Se para delante de mí con una sonrisa cínica porque ha visto mi sorpresa y aclara:
-Es el Andresillo, de Víctor Hugo... Los Miserables...
Otras veces se lo he oído recitar. Siempre esos versos, siempre ahí la pausa. Jirones apenas de poemas que recuerda. Restos de lo que nunca estudió sino en la soledad de su orgullo. Cultura hecha de harapos mal cosidos a su saber.
Hoy he tecleado A n d r e s i l l o en las “búsquedas” y he encontrado el poema completo. Otra infancia imposible. No sé si las lágrimas han sido por el niño, por el anciano o por la emoción de conocer las despedida.

terça-feira, 1 de março de 2011

Retrato

Se alejó del lienzo lo que su modesto apartamento permitía. Los pinceles en la mano. Inclinó la cabeza como si la diagonal de la perspectiva hiciera más fácil mirar. Todavía no. Se sentó allí mismo, en el suelo, a diez pasos del retrato y alcanzó el teléfono.
-Llevo toda la tarde pintando... - dijo.
Al otro lado del auricular una voz solo miraba la noche desde la ventana. La oscuridad. La oscuridad envolvía las palabras y, sin espacio, parecían más cerca y apretadas.
-Y?-
-No lo consigo, es cada vez peor!-
-Has pintado los ojos?-
-...todavía no...-
-...
-Es que.. es como un revoltijo.. lo miro.. - y era cierto que lo miraba mientras decía que lo miraba- solo es un revoltijo de pintura cada vez más grande. Parece que todos los ángeles del infierno hayan venido a verlo.. parece que esté contemplando el mismo infierno.. .
Entonces solo salió una pregunta al encuentro de la duda.
-Frida, qué estabas pintando?
-El rostro de un haitiano.
-El rostro de un haitiano después del terremoto implorando al cielo. Me parece que vas bien.
La cabeza se inclinó hacia el otro lado. Las manchas sobre el lienzo se equilibraron en la nueva diagonal. El silencio sopló sobre el desaliento.
-Me parece que vas bien... Y todavía no has tocado la mirada...

domingo, 27 de fevereiro de 2011

Domingo

Hoje brilhou o sol e cortamos narcisos amarelos. O homem velho perguntou: sabes coser? E eu senti o fraco arranhao de quase nostalgia em quanto assentia: Sei.
Depois o sol que entrava na galeria ficava nos meus cabelos e na minhas maos. Eu cosia. Era uma mulher e cosia sentada sob a luz. Apenas isso. Fora os pássaros e a criança. Dentro o velho que espera e caminha a carregar reticências da vida, devagar, arrastando os pés.
Á noite morreu a luz e havia um céu assombrado de estrelas. Brilhava o frio. Escrevi uma nota triste. Mas ele disse: “Gosto de como escreves” Sorriso. “Não. Eu gosto da tua mao escrevendo na folha de papel”. Amo-te porque sabes ver a minha mao agora . A mesma mao que cose e apanha narcisos amarelos.

quinta-feira, 24 de fevereiro de 2011

Pasear de noche

Salió a caminar empujando la noche como una tela. Desenvolviendo el mundo. En el silencio corría el agua de los lavaderos abandonados. Detrás de las ventanas, solo murmullos: el gemido de la soledad estrangulada. Sus propios pasos. El gato la miró con calma, ojos redondos, anfitrión de la luna. La vio acercarse y después desaparecer en el pozo del camino. Avanzaba sin resistencia dejando la oscuridad adherirse al pensamiento, al espacio que se desliza entre los dedos, a los labios cerrados. Solo la hierba respiraba, un perfume vegetal lleno aristas y dulzuras. Después llovía y la noche se deshacía en la piel, sin frío, arrastrando la dolorida arena que depositara el día.

quarta-feira, 23 de fevereiro de 2011

Tango

Buscábamos dónde aparcar y pasamos fugazmente ante el escaparate, aunque yo no la vi. Más tarde, apurados, bajamos la misma calle caminando. Espera, me dijo, y paró su naricilla pegada al vidrio. La había visto antes, al pasar, y ahora la examinaba como una aparición. Teníamos prisa, sus pequeños pasos haciendo el contrarritmo de los míos. Le confirmé con desgana que sí, que era para escuchar música y se llamaba gramola. Él prefería llamarle trompeta para discos. Hicimos nuestro recado. Regresamos. De nuevo el mismo recorrido, ahora calle arriba. Otra vez “espera”, pero sin prisas. Lo sentí atrapado en el lado equivocado del escaparate. Tuvimos que entrar.
-Disculpe, el niño tiene mucha curiosidad por ver la gramola que tienen... querríamos verla, si es posible...
La mujer con la calma de los objetos que vendía. Restos de pasado con brillos antiguos y colores que casi dejaron de existir. Sonrió amablemente y nos acompañó sorteando un azar de cosas que el tiempo había atesorado allí. Mi voz pronunciando un susurro como una invocación: no toques a nada, pasa con cuidado.notoquesanadapasaconcuidado. La gramola era preciosa, madera de caoba, esmaltes policromados y la “trompeta” verde. Casi sin hablar la mujer limpió un disco de pizarra, grueso y pesado. Giró la manivela y bajó la aguja, entonces un tango se esparció por el aire tocando todos los cuerpos callados. Un sonido presente que creó el espacio al crecer. Nicolás mantuvo la sonrisa y destelló, pero a mí se me humedeció de pronto, como si me hubiese alcanzado el disparo de aquella voz en medio de la nada.

Migas de pan

Mientras habla junta las migas del mantel con los dedos. Pequeñas montañitas. Mantiene así la vista ocupada y la distancia parece menor. Menor el silencio de la escucha.
Antes no sabía -sin perder el hilo de sus pensamientos aparentemente dispersos- pero desde que ella murió he comenzado a hacerlo. Cocino aquellos sabores para no perderlos, para que permanezcan. El arroz con leche, la tarta de manzana, las croquetas de jamón, la crema de calabaza. Cuando el sabor cuaja me siento en paz. Cocino también para que me quieran, y para decir que los quiero. Me gusta el olor a vida que desprende la comida, la alegría de la pregunta desde un cuarto: “qué hay de cena?” con esa feliz y minúscula sospecha.
Entonces con la yema del dedo índice aplana el montecillo de migas de pan. Levanta la vista y puedo ver una pena ardiendo en el fondo de la mirada, el brillo de la desolación que deja un incendio: y también es mi cueva.

segunda-feira, 21 de fevereiro de 2011

Hadas

Fue saludando a las flores cada una por su nombre. Saludando, digo, como si en lugar de estar ellas plantadas en el camino fuesen vecinas que encuentras en el paseo. Ervadona, decía, y su sonrisa era dulce llena de malva y azul. Acarició el romero para hacerse con su olor y con prudencia tocó apenas la ruda, en un gesto de hada imperceptible. Las vi mientras hablaban nombrando las hierbas, como piedras preciosas incrustadas en el hilo desigual de una conversación que se afilaba. Rondaban un silencio hecho de palabras sin decir. Dejaron que la tarde y la lluvia cayeran con desgana, sin encoger los ojos ni la mirada, sin correr ni quejarse. Hacia los montes llueve más, dijo la que no volaba, y como hacían un círculo, cambiaron de sentido. Después creo que lloró, porque escuché un quejido, pero salió del pozo con jirones de luz y alguien habló de una luz verde que cayó sobre el valle antes de amanecer. Fue como si la soledad se marchitara y en el charco de veneno no se ahogara nadie.

quinta-feira, 17 de fevereiro de 2011

Condena

Para a mulher que ia no carro foi apenas um instante. Atravessar a ponte sobre a lagoa e, na tranquilidade do trânsito um movemento mole da cabeça para observar os pássaros. Para o corvo marinho foi a eternidade: bater as asas imensas até se soltar da água, salpicar, esticar o pescoço, puxar o ar, levantar os pés, suster-se em nada. Pareceu até que nunca ia poder. Para a mulher que ia no carro foi mesmo um instante, mas no vidro da memória fica engasgada a imagem: um corvo marinho condenado a voar.

Para la mujer que iba en el coche fue solo un instante. Atravesar el puente sobre la laguna y, en la tranquilidad del tránsito, girar suavemente la cabeza para observar los pájaros. Para el cuervo marino fue una eternidad, batir las alas con esfuerzo hasta soltarse del agua; salpicar, estirar el cuello, empujar el aire, levantar las patas, sostenerse en el aire. Pareció por un momento que nunca se iba a alzar. Para la mujer que iba en el coche fue incluso algo menos de un instante, pero en el vidrio de la memoria permanece atrapada aquella imagen en que un cuervo marino es condenado a volar.

terça-feira, 15 de fevereiro de 2011

La vieja historia de Luchimán.

Y entonces le conté el cuento de Luchimán. Luchimán, el niño caprichoso que no sabía ser feliz. Siempre quería algo más, algo diferente, algo que no tenía, algo difícil o imposible de conseguir. Primero eran las galletas de chocolate, los bombones rellenos de trufa avainillada. Después eran los sandwiches de paté de hígado de pato, a los que su madre accedía con gran sacrificio y renuncias, pues eran pobres de solemnidad. Pero Luchimán no era feliz ni podía callarse hasta ver satisfecho su antojo. Y así transcurrían los días, penosamente, mientras el niño crecía sin hacerse mayor.
Una tarde Luchimán tuvo una idea peregrina: quería dar un paseo en elefante por la orilla del mar. Su madre sonrió al escuchar sus palabras, pero Luchimán no se reía. Quería de verdad dar un paseo en elefante a la orilla del mar. Vivían en las altas montañas de Perú, el mar estaba lejos y los elefantes jamás habían pisado aquellas tierras. La mamá, sentada junto a él, con la voz suave, explicaba al pequeño caprichoso lo disparatado de su idea. Pero nada convencía a Luchimán. Pasaban las horas y cuando parecía dormido, volvía a empezar. Gritaba, pataleaba, insultaba a su madre por no saber cómo resolver su deseo. No había descanso para ninguno de los dos. Y ella no pudo más:
-Me voy, Luchimán. No soy capaz de hacerte feliz. Es posible que sin mí encuentres la paz.
Y Luchimán vio cómo su madre desaparecía por el camino, triste y llorosa, sin volverse a decirle adiós, pequeñita en la distancia como en un libro.
Le conté el cuento de Luchimán mientras daba vueltas a la bechamel en la cocina y cuando me volví en la inflexión de la historia, justo en el nudo de la narración, el pequeño Nicolás tenía dos charquitos en lugar de mirada, y le bastó encontrar el rellano de mi voz, para desbordarse en un llanto sin consuelo que dejó entre mis brazos un mimo con voluntad de cambiar: prometió aprender a aguantarse, no gritarme jamás y no ser caprichoso.
La mamá de Luchimán volvió por aquel mismo camino poco tiempo después, arrepentida yo de provocar tal dolor, y las promesas de Nicolás... esas volaron como los pájaros después de picotear el pan... y las croquetas.

segunda-feira, 14 de fevereiro de 2011

Do medo e o riso.

Caminhávamos recebendo as últimas luzes da tarde. Falávamos dos pássaros e dos amigos. O Nicolás apanhava flores para a namoradinha, para fazer um ramalhete que levar à escola. E foi então quando daquele portão saiu o cão enorme a ladrar com os dentes para fora. Ladrava com ódio e raiva e seguia os nossos passos sem se achegar. Eu acelerei a marcha pelo medo, mas o homenzinho de cinco anos encarou o bicho e levantando a voz e as flores no punho, berrou:
-Eh tu, cão! que eu também sei ladrar!!!
E lá ficou o animal guardando a casa enquanto nós ríamos às carreiras caminho adiante.

domingo, 13 de fevereiro de 2011

Mais uma vez, Deus.

Vamos de carro. O céu ameaça com não oferecer trégua na chuva que está a cair desde a noite. Apenas uma raiola de sol sobre o mar lá no horizonte. O Nicolás vá calado a olhar pela janela. Na rádio uma mulher canta Haendel. O Nicolás va calado, mas a sua cabezinha não sabe descansar:
-Mamai, o Vítor fala em que Deus já morreu.
Pelo jeito de dizer, bem sei que ele censura o que Vítor fala, que não concorda e que já tem o argumento.
-En então, Nicolás?- digo por dizer e para lhe abrir o caminho.
-E entao eu digo que está morto, porque morreu, mas está vivo no céu. Está vivo no céu- repite - Como nós.
-Como nós?-
-Como nós, mamai, que também morremos mas seguimos vivos no céu.. não é? Morremos aqui, mas seguimos a viver no céu para sempre. Pois Deus é igual. Está vivo no céu. Porque é mágico. É assim, mamai?
E claro, eu não acho a palavra que possa romper a sua fe diminuta e certa como semente. Deixo um bocadinho correr a voz da mulher que canta Haendel e depois vejo os olhos do Nicolás no espelho do carro, ainda à espera.
-É assim, Nicolás, claro que é.
Mas o corvo que eu levo dentro grasna triste e insolente, que não, que não é assim, que não.

sábado, 12 de fevereiro de 2011

Pelín ñoño, pero cierto.

El trayecto era corto y cotidiano. Esos recorridos de cada día en que la atención se relaja porque en ellos nada cambia. Conducía sin prisa, con la certeza de llevar el tiempo justo pero suficiente. Poco tráfico. De vez en cuando erguía el cuerpo en el asiento para hacer comprobaciones rutinarias de su rostro en el retrovisor: la pintura de los ojos, mala cara, pálida, el vello del labio a punto de ser visible otra vez.. Todo fugaz, todo imperceptible y atado a la costumbre. Sin embargo, allí, precisamente sobre ese labio superior, descubrió una nueva sombra. Otra más. Volvió a mirarse y, soltando la mano derecha del volante, acarició el surco con el dedo índice. Otra más. Otra arruga más. Vio cómo se arqueaban sus cejas en el espejo y comenzó a pensar. Sin darse cuenta se puso a hacer muecas para adivinar el gesto, la expresión dicen, que había cavado la huella en diagonal desde la boca. Rió, se enfadó, lloró pero no encontró el pliegue en que cabía.
Llegó al trabajo y no recordó más el espejo ni el fruncimiento. Siempre que aparecían era para quedarse y era inútil pensar más. Sin embargo, al regresar a casa aquella tarde y abrazar a los suyos, tuvo una certeza que la reconcilió con su rostro y con su edad. Eran los besos.

quarta-feira, 9 de fevereiro de 2011

Mimosas


No lo hizo para dar de qué hablar, pero aquel ramillete de acacias amarillas cambió levemente el rumbo de la mañana que iba a ser solo gris. Fue solo un gesto, cambiar la dirección repetida de sus pasos y adentrarse en el sendero húmedo que llevaba hacia el río. Entonces se acercó al margen del camino, aseguró los pies entre la tierra y las zarzas inestables y estirando mucho los brazos cortó dos ramas. Lo justo para un vaso en la mesa de la cocina. Solo para sentir por un día ese color y olor agudo que por la tarde marea. Después regresó a la rutina del paseo. Pero la mancha amarilla que sujetaba en la mano, la hacía visible. La mujer que abría la ventana, sonrió y le dijo buenos días. Y ella, devolvió la sonrisa y el saludo, como si de verdad deseara que el día transcurriera feliz desde aquel momento.
-Vaya una vuelta que das! Y todos los días! - Continuó la señora, cómodamente apoyada en el alféizar.
Una conversación deshilachada y dulce, como una calabaza.
Más adelante Otilia, rodeada de gatos, barría su puerta . Despeinada y sin los dientes, tuvo también una expresión de alegría:
-Cogiste mimosas! Te gustan!- Eran dos frases evidentes y simples, como las flores.
Cuando llegó a casa, entró acompañada por el halo manso y risueño de las acacias.

segunda-feira, 7 de fevereiro de 2011

Lágrimas com espinhas

Fala desde o seu quarto, meio adormecido. Fala sem levantar a voz porque sabe que eu escuto perfeitamente trás a parede, também na cama. A sua voz pequeninha fica suspendida no ar quedo da noite.
-Mamai, às vezes quando choro pela noite, ainda tenho lágrimas nos olhos de manhã.
-Mas estarão secas, Nicolas...
-Sim, estão secas. É porque são salgadas.. não sao doces, não se podem beber. São como de água do mar...
-Pois é.. como água do mar...
-Mamai..
-Qué...
-Mas não é água do mar as lágrimas.. porque se fossem água do mar haviam de ter espinhas e caracolas.. e areias.. e não têm...
-Claro que não...
-Que estranho! Dá um arrepio pensar nisso mamai.. ia doer muito chorar!
-Dá, Nicolás.. não penses mais.. não é água do mar.. Tenta dormir...
E adormece. Na escuridão pousa a voz da criança como pousam os insectos quando falta a luz. Ainda não sabe o Nicolás, que sempre dói muito chorar.

Parva que eu sou (Deolinda)


Escutai mais uma vez, por favor Em este enlace é melhor o som.. e paga a pena. Semelha um hino.. oxalá chegue a ser o hino...

sábado, 5 de fevereiro de 2011

"Um mundo tao parvo"

Ás vezes a força necessária pode juntar-se numa cançao. Escutai esta da que fala Vagon-Bar:
"Parva que sou"
E o discurso verossímil que precisamos.

Princesas

A causa de las obras han levantado la acera que pasa por delante de su casa. Salen para el colegio y sus botas recién cepilladas se llenan de barro. Es casi una fiesta, pero la madre levanta a la pequeña en brazos y maldice sin mucha convicción la demora y el paisaje.
Esta tarde ha habido novedad: los trabajadores han instalado dos tablas entre la puerta y la calle a modo de rampa, para ayudar un poco. Las niñas daban saltos emocionadas.
-Hemos salido tres veces a ver el puente!- me cuenta feliz la mayor de las hermanas- es un puente para el castillo, hay un foso con cocodrilos y nosotras ahora somos las princesas!!!-
Yo ya sabían que eran princesas... pero dónde estarán los cocodrilos?

quarta-feira, 2 de fevereiro de 2011

El doctor

La mujer iba delante de él por el pasillo. Al pasar ante una puerta vio al niño atento a un televisor, ajeno al silencio y la penumbra de la casa . Pensó en comentar algo , pero le cohibía aquella nuca triste que le guiaba, los pasos quedos y la prisa contenida. Entró en la habitación y ella, extendiendo mucho los brazos, corrió las cortinas.
-Mamá, es el doctor- dijo mientras se volvía hacia la anciana que esperaba en la cama. -Es el doctor, ha venido a verte-
La enferma, como perdida en la cama, tendió su mano temblorosa y abrió los ojos húmedos. El doctor sonrió y la tomó entre las suyas, apenas se sentían como unos huesecillos frágiles y fríos.
-Buenas tardes, doña Adela, cómo se encuentra?-
Y doña Adela se echó a llorar. Se echó a llorar con esa manera queda que tienen los ancianos de quebrarse. Con esa mueca que tensa los vértices del rostro y lo diluye.
El doctor, sin soltar la mano fría, hizo sus preguntas. La hija respondía, insegura. Doña Adela corregía. Después, como quien recoge un pájaro caído, exploró a la mujer enferma. Terminó. Escribió sin alterar la mirada sus recetas, mientras el tiempo y el dolor respetaban la tregua, arrinconados.
Hubo otra vez manos enlazadas. Lágrimas entremezcladas con la sopa de mañana y con tantas pastillas y todavía otra más. Y luego aquella frase:
-Volverá usted mañana, doctor?
Y el doctor , entonces, solo sonreía.

Al alimón

Entraron en la casa como si fuese suya y se sentaron en la cocina.
De hecho, se sentían como los dueños del lugar y no pudieron escoger un lugar más adecuado para sus intencciones que la cocina, la cálida y familiar cocina. Porque lo cierto es que habían entrado para quedarse.(Antonio)
Hacía frío y estaba vacía. Los pasos arañaban el suelo con la misma crueldad distante que las miradas que recorrían las paredes, las mesas, las ventanas cerradas.
El más joven arrastró una silla y se sentó, dejó caer su cuerpo con un gesto que podía ser de aburrimiento o cansancio.
E INTENTÓ IMAGINARSE ALGÚN MOMENTO ENTRAÑABLE, ALGÚN RECUERDO QUE DESPRENDIERA LA PINTURA DESCONCHADA QUE AUN PARECÍA TENER MEMORIA DE OLOR A MANTECA, A ESOS GUISOS DE ABUELA QUE HUMEAN CARIÑO....(Natalia)
Mientras, el que parecía mayor de los dos, se dirigió en silencio y sin vacilar a una de las alacenas de arriba y sacó cerillas. Fue hacia la leña. Lo primero, para quedarse, sería dejar atrás el frío, ese que se aposenta en el alma. (Amalia)
Cargó unos troncos y con los brazos cansados, lentamente, los fue metiendo en el quemador. La leña estaba húmeda y hacer fuego iba a llevar su tiempo. El joven continuaba sentado y parecía haberse quedado atrapado dentro de su cuerpo, solo con la mirada seguía los movimientos del compañero. Le extrañó la seguridad con que había encontrado las cerillas, pero no preguntó porque el silencio era acogedor como la inercia.
-Hay que encontrar algunos papeles- dijo el mayor después de acomodar la leña.
Miraron a su alrededor, había una taza encima de la mesa y una jarra. En el suelo unas gafas rotas y una cesta vacía.



...
Al alimón es invitar a otro/os a continuar...

domingo, 30 de janeiro de 2011

Credibilidade e fantasia.

-”Y el mosquito no sabía como salir de la barriga del cocodrilo, perdido y rodeado de tantas tripas”-
-Um momento!- irrompe o Nicolás no conto da noite com aceno de dúvida no dedo índice estranhado-
-Qué!- pergunto com o incómodo de estar a adormecer a horas pouco próprias de criança.
-Por quê é que fala de “tantas tripas”? Tripas á apenas duas mamai...
-Eh! Como duas tripas, Nicolás? Há muita tripa na barriga dum crocodilo...
-Nao, mamai, há apenas duas.. traz cá o livro do corpo que eu cho mostro..
-Já sei , já sei.. Nicolás..
Mas nao aguarda, pega no livro, procura a página e entao mostra a ilustraçao do intestino grosso e o delgado.. e abre muito os olhos grandes para dizer que nao há mais tripas...
Eu recomponho a frase, e continuo:
-”Y el mosquito no sabía como salir de la barriga del cocodrilo, perdido y rodeado en los intestinos...”.. Porque certamente tenho medo de nao saber em qué intestino ficaria duvidando um mosquito engolido por um crocodilo.
As crianças podem acreditar o impossível... mas doem-se muito da falta de rigor.

sexta-feira, 28 de janeiro de 2011

José

José es un hombre alto y grande con una sonrisa que tiene algo de vela en el océano, de bucanero feliz. Junto a él se sabe un abrazo cálido que ampara, como un niño escondido en la nocturnidad cómplice de un armario. Habla y cuenta con una voz que enreda amarrada a la tierra y escucha con esa mirada que arde con el fuego. Es un hombre grande y alto, de brazos como alas.
Ayer volvió temprano de trabajar. Callado. La mirada hacia dentro y los hombros sin fuerza. No traía ni abrazos, ni sonrisa, ni palabras. Encallado en la tristeza.
El dinero no da para el gasoil. Sin gasoil no hay trabajo. Sin trabajo.. no hay barco, no hay mar, no hay hombre. Sin trabajo José, no sabe ser grande.
- Y entonces- me dice ella con la cara en una mueca del dolor que no cabe- se echó a llorar.
José se echó a llorar y en las lágrimas de José nos ahogamos todos.

quinta-feira, 27 de janeiro de 2011

Greve geral

Apenas sei dizer que é preciso reagir.
Eu nao tenho muita facilidade para isto, mas Ander deixa cá muito claro. Percorrer também o enlace a El Roto

quarta-feira, 26 de janeiro de 2011

Consciência da infância.

Caminha arredor da mesa e vai pousando as colheres com as suas mãos pequeninhas. Com essa seriedade na rotina que só as crianças sabem guardar. Junto a cada prato, a sua colher. Pergunta cada noite quanto somos a cear, mas ele bem sabe, somos quatro. A seriedade do rito instala-se também no seu olhar e na conversa:
-Melani é o meu coração, mamai. Vou-na querer sempre.
Está namorado. Melani é a conductora do autocarro da escola. Uma rapariga de cabelo encaracolado e sorriso branco. É por ela que termina a tempo o pequeno almoço e sacode os lençois cheios de sono sem terminar.
-Vou-na querer sempre- Insiste.
Mas depois da terceira colher, cuidadosamente pousada junto ao prato vazio, afina o seu pensamento e acrescenta:
-Ainda que, na verdade, tou a pensar... que pode ser que quando seja maior não a saúde. Pode ser que nem a saúde...
-E isso por quê, Nicolás? por quê não ias saudar à Melani?
E sem deixar de arrumar a mesa para a ceia, sem mesmo olhar para mim, resume:
-Porque suponho que já não me vou lembrar. Quando seja maior, não me vou lembrar dela.
E eu calo porque nem sei como sabe, com essas mãos pequeninhas, que a infância fica apagada entre um barulho de dias a desabar em rotina.

terça-feira, 25 de janeiro de 2011

Elvira

"Por el arco de Elvira
voy a verte pasar
para sufrir tus muslos
y ponerme a llorar".
Federico García Lorca

Campanean sus faldas mientras desciende la cuesta y sus carnes retumban arrebatando miradas y saqueando el deseo.
Se llama Elvira y su madurez se hace convulsa en las caderas, desparpajo en los pasos y calma en la mirada. Pero solo con su nombre y con el eco de su andar bajo el arco, se abre el día. Huele a pan y los pájaros todavía están contentos en las ramas. Algún gorrión picotea en la acera y los hombres esperan por el sol haciendo grumos de sombra ante las puertas. Ella camina sabiendo sus espaldas cargadas de miradas y de lenguas. Entonces alguien dice un ole que la rodea como el aire de junio. Elvira solo se vuelve y con sus ojos negros despliega una sonrisa que apuntala el recuerdo. Y el tiempo sigue sin pausa hasta mañana en que ya la esperan.

segunda-feira, 24 de janeiro de 2011

Charquito del alma

No se habría creído capaz de salir a la calle con aquella camisa arrugada, los zapatos sucios y sin peinar. Sin embargo estaba allí. Conducía escuchando la voz de la Bartolli suavizando sus pensamientos, pero la música no le impedía oir ese goteo, ese charquito del alma que incluso en días de sol la habitaba como una caverna.
Iba sin querer seguir.
Cada día.
Sin embargo, al llegar, saludó como si no hubiera dudas, ni charco, ni goteo, ni alma. No habló, pero dejó que el tiempo corriese sin arenas ni chirridos y hasta miró con paciencia su imagen en el espejo para intentar corregir aquel descuido.

Este texto puede ser para Natalia.

sexta-feira, 21 de janeiro de 2011

Camelia Jordana


"Non, non, non", de Camélia Jordana.

"Non, je ne veux pas aller mieux
A quoi ça sert d'aller mieux
Non, je ne veux pas m'habiller
Non plus me maquiller
Laissez-moi m'ennuyer
Arrêtez avec vos questions"

Que quiere decir...
"No, no quiero estar mejor.
¿De qué sirve estar mejor?
No, no quiero vestirme.
Tampoco maquillarme.
Dejad que me aburra.
Terminad ya con vuestras preguntas".

Escuchadla aquí
Y Nuestros amigos del Norte nos cuentan más.

quinta-feira, 20 de janeiro de 2011

Reyes Mágicos.

Por la mañana temprano los centros comerciales pueden volverse mercados, casi zocos, donde la gente, sobre todo mujeres, remolonean en conversaciones redondas y acogedoras como plazas.
Contaba las monedas mientras la cajera, con su mano pacientemente extendida y atenta, conversaba todavía sobre la Navidad. La señora, que rondaría los setenta años, resumía comidas y regalos de Reyes.. y después, entregando el importe exacto- nada de tarjetas- confesaba:
-Pero sabes, siempre tengo la sensación de que van a volver porque se olvidaron de dejarme algo. La tengo desde que era niña y me sigue pasando. Me quedo esperando...
Me miró para darme paso pero solo alcancé a sonreírle.
"Habría dado cualquier cosa por llamarme Melchor"

quarta-feira, 19 de janeiro de 2011

A modo de esperança

"Primeiro deixa de chorar.
Respira.
Dorme.
Agora deixa correr o tempo até que saia frio. Espera, igual que esperas pela água para beber.
Em quanto o tempo corre, caminha.Viaja. Volta. Caminha. Procura luz. Nao permitas que a dor, a vingança, a raiva, a amargura, o fracaso, o ódio, a victória, ou qualquer outra alimanha ocupem a tua casa. Só tu governas. Ninguém mais.
Entao, se a tua mao sob o tempo já percebe frio, pensa: O quê precisas? Falta alguêm? Como querias envelhecer quando amavas?
Amas?
E entao?
Sozinha, sobre um monte de dias apilados como lenha, prende o lume.
O lume: se queres que ele volte, para que o veja. Se queres ficar sozinha: para caminhar sem peso".

Traducçao libre sobre um texto de Kamal Amin.

Opacidad y llanto

Pasa los ojos sobre las nubes que descienden las montañas y es como si pasase las manos sobre la opacidad que a veces tiene el alma.
Busco sinónimos y ninguno vale.
Bajan acariciando la ladera, lamiendo con tenacidad los árboles y los peñascos. Ella observa y espera sin saber si las nubes llegarán al río, como un llanto, o se irán diluyendo en la calidez de la mañana inexperta.
Espera. Las manos frías. Las nubes abrazadas a la tierra parecen haber muerto. Se escucha solo latir por dentro. Por fuera algunos pájaros.

segunda-feira, 17 de janeiro de 2011

Una casa en un sueño

Abrió la puerta y reconoció el aire tibio y el olorcillo de su casa. Era un olor indefinido, una calidez envuelta en la penumbra de la entrada y el silencio. El silencio. Encendió la luz. Cerró la puerta. Con los brazos caídos y las llaves todavía en la mano permaneció unos segundos en medio de su casa. Era su casa. Los brazos caídos paralelamente al cuerpo y a las piernas. La gabardina abierta y cansada como sus propios hombros. Estaba a gusto reconociendo el hueco que su cuerpo ocupaba. Delante de él la escalera subía a los cuartos y parecía vacía. Esperaba por alguien. Las escalera esperaba un trote alegre que no sucedía. Iba a saludar, pero no se atrevió a decir nada. Entonces tuvo miedo. Se le alborotó el corazón y lo atrapó un silencio espeso que no era suyo, que no era aquel. Quiso darse la vuelta y salir corriendo, pero todo lo ataba a aquel rincón. La escalera esperaba suspendida en el aire. Las llaves cayeron al suelo y el suelo se rompió como se rompían aquellos vasos gruesos de la infancia: en miles de ínfimos pedazos peligrosos. Entonces se movió. Dejó la gabardina sobre la silla y sin decir nada, subió a recordar que las habitaciones estaban vacías.

domingo, 16 de janeiro de 2011

Pequeno melodrama satirítico infantil

Com as tesoruas da escola, eu que às vezes brinco a ser valiente, corto-lhe o cabelo ao Nicolás. Está nu dentro da banhera e move a cabecinha sem pausa. Agora fica uma crista, agora semelha quase um dinossáurio, agora um gato em perigo...
-Fica quieto Nicolás! Vou te fazer dano se não paras.
-Olha mamai, cortas muito bem os cabelos, sabes? De maior podias ser cabeleireira...
A que fica imóvel sou eu . Olho para o seu carinho e vejo a confiança da que abuso.
-Mas Nicolás... eu já sou maior.. já sou o que ia ser... já sou o que estou a ser...
E o pequeno Nicolás, sem reparar no melodrama continua a mover a cabecinha a risco de ficar uma orelha.

Crocodilo tiradentes e existencialismo

Três dias depois do Dia de Reis, á noite. Cabeça com cabeça na almofada, ponte insone de piolhos em festa, eu bem sei. A sua voze pequenina que ilumina como pirilampo o quarto:
-Olha mamai.
-O quê, Nicolás...
-Tu sabes por quê há coisas das que gostamos muito muito muito o primeiro dia.. e depois..
-Depois quê?
-...depois já não.. depois já deixam de ser muito importantes....
Eu percebo, mas acho impossível que criança de cinco anos possa ter pensamentos de tão alta filsofia.. e insisto para confirmar:
-Não percebo, Nicolás, por exemplo?
-Por exemplo o Crocodilo tiradentes... ou o hidroavião.. O prmeiro dia não podia ficar um instante sem eles.. mas agora.. agora.. já tanto faz.
-Claro... Dorme Nicolás, estás muito cansado... - Aproveito a vantagem que me oferece o sono.
Cabeça com cabeça na almofada, ponte insone de piolhos, escuto como está a crescer.

quinta-feira, 13 de janeiro de 2011

Hormigas

Estuvo mirando aquella manera que tenían las hormigas de morirse. Llegaban al umbral de la puerta donde estaba el veneno y comenzaban a retorcerse, a contorsionarse, a deformarse. Estuvo mirando para ellas un buen rato hasta que oyó la voz de los niños en la plaza saliendo del colegio. Entonces se olvidó de las hormigas y caminó calle abajo. Silbaba. Siempre que caminaba acababa silbando. Se dejaba llevar por los chillidos que siempre tenían acento de verano, aunque todavía fuese primavera. Intentaba no pisar las juntas de los adoquines y por eso su andar era irregular. Pisaba com la punta del zapato, saltaba, ladeaba un pie, abría las piernas... Silbaba y caminaba sin ritmo. Al llegar a la esquina se encajó la gorra hasta la frente y al ver a los niños se echó a correr hacia el centro de la plaza. Nunca le daban. Los gritos se hacían más agudos, como de pájaros hambrientos. Se arremolinaban las voces y había carreras desordenadas como en un hormiguero roto. Nunca le daban. Sin dejar de correr llegaba a la puerta de la Iglesia y se paraba, jadeando, solo para estar seguro de que no le seguían.

quarta-feira, 12 de janeiro de 2011

Mirada verde

De no haber tenido los ojos verdes, se lo habría dicho. Si no me hubiese mirado con aquel color tan lejano, habría acabado por decírselo. Pero no se lo dije. No pude. Me observaba mientras yo trabajaba sin querer tropezarme con ella. Deseando que no me hiciera preguntas, que dejara de salpicarme con su mirada inquieta y tenaz. Seguí cortando los filetes y metiéndolos en bandejas. Me volvía para precintar los paquetes con celofán y seguía sintiendo la presencia de sus ojos, que eran tan verdes.
-Nunca te cortas?
Preguntó sin dejar de seguir mis manos.
Habría tenido que decírselo, pero no se lo dije. Tampoco le respondí.
Corté cuatro filetes más y los envolví también con rapidez de furtivo.
Cuando me atreví a encararme a su mirada, ella sonreía. Sonreía incluso antes de que yo pudiera extender mi mano. No le dije nada. Cogió los filetes y se fue corriendo, como si hubiese sabido que aquello podía no estar sucediendo. Se fue corriendo sin limpiarse los mocos y dejando una estela plateada de pez entre la gente.

segunda-feira, 10 de janeiro de 2011

Solo pasa una vez


Y le ha pasado a Marc. A mi amigo Marc, que es capaz de ver y de estar.

Liturgia

Se quedó un instante mirando el perfil de su hija ante el televisor. Pensó que tenía sueño pero no lo dijo en voz alta porque la idea de hablar le producía una lejana sensación de aburrimiento. Se levantó torpemente y con un gesto y media sonrisa le indicó a ella que se dejase estar.
-Voy a recostarme un rato- dijo por fin con la voz acurrucada en la garganta.
-Me parece bien, papá.
Y se fue con pasos cortos hacia su cuarto. Abrió la ventana para que el aire dulzón de junio entrase entre las cortinas echadas. Todavía cantaban los pájaros.
Descalzó las zapatillas con el gesto tembloroso y lento al que había terminado por reconocer como suyo. Escuchó el aire y otra vez los pájaros. Reparó en la luz que recortaba un camino brillante sobre el suelo.
Se acostó sobre la cama y entonces vio en la puerta a su hija que lo miraba como como quien recolecta recuerdos. Dejó que ella lo cubriese con una manta ligera y entonces sonrió. El beso que le dejó en la frente hizo ondas suaves en la sonrisa.
-Despiértame para merendar...
-De acuerdo, papá.
Y la vida, ellos lo sabían, eran solo estos gestos litúrgicos con un vago sentido.

domingo, 9 de janeiro de 2011

Desenredar

Es posible que sea necesario haber desenredado alguna vez un ovillo de lana para percibir la sensación de los últimos centímetros. La ligereza de lo que falta, la forma perdida, la perspectiva rota de lo que ha sido, el movimiento torpe del hilo sin peso, casi a saltos o suspiros. Es posible que sea necesario haber desenredado un ovillo para intuir que si hoy se le quedaban las palabras en los ojos es porque hay poca lana que desenredar. No sé dónde se habrá ido enredando el hilo... espero estar guardando lo suficiente, lo suficiente para tejer cada día un poquito.

quinta-feira, 6 de janeiro de 2011

Lágrimas de creme

Como ela há tempo que nao está, procuro-a nos sabores, que sao os que contêm mais dose de passado com estado de presente. Se consigo um sabor que pertencia a ela, ela entao está ainda à mesa. Hoje cozinhamos uma rosca de Reis. Seguimos a receita como uma liturgia, mas no fim, quando as frutas pintam cores entre o açúcar... rompemos propositadamente a linha com lágrimas de creme que se douraram no forno. Eis o sabor, a creme dourada entre o pao da rosca. O meu dia de Reis. Ela ainda sentada à mesa.

terça-feira, 4 de janeiro de 2011

Impostura

A veces la sonrisa es aprendida, ya lo sé, pero aún así vale la pena. A veces los gritos también son de memoria y aún así, es mejor evitarlos. A veces los saludos son de compromiso y son igualmente acogedores. Está claro que no es mi noche.
Sostenía un vaso mientras hablaba, con gesto de desvarío noctámbulo o de profeta, pero los dos sabían que era mentira. Que el vaso estaba lleno de zumo de piña y que ni las altas horas servían de disculpa para los silencios afectados y las frases sin sentido.
A veces, dijo él. Y le dejó el camino tendido para que siguiera perdiéndose o enredándose en sus palabras. Ganando tiempo a la noche. Pero ella se levantó y prefirió marcharse dejando atrás aquel brindis, aquel zumo de piña encantado, aquella mirada que se llevó a cuestas hasta el umbral de la puerta, donde la sombra hacía imposible dejar rastro.

segunda-feira, 3 de janeiro de 2011

Outro dia de Natal

Eu bem sei que a chuva de hoje caia cansada. Gostava de apagar as pegadas de tanto sonâmbulo a carregar sacas de mentiras. Eu bem sei que a chuva de hoje caia cansada, como cansados íamos nós atravessando a cidade no carro, na cápsula de angústia que nos adentrava neste vazio transitado. Mas no meio do cansaço e da chuva sem vontade, escutava-se a voz miúda de anjo incosnciente e feliz que desgoverna. Apenas por essa voz, tinham sentido os charcos, tinha sentido a marcha sem sentido e até o sabor do sal como blasfemia a irromper na boca de chocolate.