Cuando las golondrinas llegaron ese año, las ventanas estaban abiertas. Era marzo, un diecisiete de marzo en que el sol doraba y calentaba la superficie de las cosas y hacía roma la punta de la brisa. Las ventanas estaban abiertas y el grito de los pájaros rasgando el cielo le hizo dejar lo que estaba haciendo para asomarse. Siempre se alegraba. El regreso de los pájaros la reconfortaba, la tranquilidad de saber que la vida continúa pese a los escollos del invierno. Una reconciliación que siempre sucedía y siempre esperaba.
Con la mirada azul, llena de azul, cogió el teléfono y la llamó. El teléfono sonó hasta seis veces y le pareció casi preferible dejar un mensaje:
-Han vuelto- dijo con la voz también azul- las golondrinas han vuelto. Pase lo que pase, recuerda, la vida es esto que no se para y que nos lleva. Siempre vuelven. Confía.
Del otro lado el silencio y la seguridad de que más tarde, en medio de todas las incertezas, volarían las golondrinas bajo el cielo de marzo tachando el invierno.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Este!! este era el capitulo que estaba esperando!!!
ResponderExcluirUn beso enorme preciosa!!
: )))
M! siempre es una alegría tu regreso! como el mismo regreso de las golondrinas! No sabes hasta qué punto vuelven! El universo se ordena y asienta. Es solo confiar y esperar... Beijinhos.
ResponderExcluirEl universo es lo más listo que hay. Sólo que a veces las animalitas y los animalitos no sabemos dejarlo obrar.
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