quinta-feira, 5 de março de 2015

A la carrera. 2

A estas horas todo puede pasar todavía. Lo malo y lo bueno. Es lo porvenir. El silencio está pespuntado de pájaros. A lo lejos, creciendo, el rugido impúdico de la autovía.
Algo en el brote de la luz, en la humedad de la helada, anuncia la cercanía de un respiro. Primavera.
Me cuentan que están de camino, que a 500 km se ven ya los nidos habitados. Bullicio en los aleros y caligrafía oriental dibujando el cielo.

terça-feira, 3 de março de 2015

A la carrera. 1

Todavía no son las 8 de la mañana y el día, casi en blanco y negro, con un cielo en pena sobre la hierba, se derrama entre los árboles y los caminos. A la altura del cementerio, se acerca un hombre. Tiene aspecto de profeta, tal vez de vagabundo. Barba poblada, larga y gris; chubasquero oscuro y capucha cubriendo la cabeza. Llamo a mi perra que en ese momento retrata la felicidad a saltos sobre los prados. La sujeto.
-No se preocupe- me dice-. Junto a mi casa viven unos pastores alemanes, de esos grandes. No les tengo miedo, ya me conocen.
Lo cierto es que Coco, inquieta y joven, no le ladra. Permanece tranquila a mi lado. Yo le comento que siempre molestan si se acercan y saltan... Que me gusta que se acostumbre a obedecer y respetar a la gente que camina. Nos despedimos con un buenos días improvisado en una sonrisa.
No va a salir el sol, hoy tampoco, pero bajo la lluvia el verde casi se escucha.

terça-feira, 24 de fevereiro de 2015

Colección de minerales

La tarde es venteada y fría. Uno de esos días en que el invierno deja su firma arrebatada para hacernos olvidar que pronto será primavera. Lunes. El limpiaparabrisas no consigue despejar el agua y el día me parece interminable. Quería evitarlo, pero acabo enfadada:
-No puede ser, Nicolás, no puede ser que me hagas venir hasta aquí solo para conseguir la útima entrega de los minerales. Estoy muy cansada, quiero irme para casa. Si no lo tienes hoy, ¡ya lo compraremos mañana! ¡La rosa del desierto! ¡Ni que se fueran a agotar!
El silencio no cuaja: -A ver, mamá. Aquí la que manda eres tú. Yo solo soy un niño de 9 años. Si tú no quieres, no venimos... Ni siquiera soy mayor de edad...
Entonces me da la risa. La frase, de tan redonda, rueda por el coche como un globo y los dos reímos. No encontramos la rosa, pero descubrimos esa madurez de roca que apunta en sus maneras. Hoy será otro día.