-Sí, abuelo, hemos puesto un camino de lentejas entre el musgo y están brotando. Ahora parece un bosque! Están más altas las lentejas que los Reyes subidos a los camellos!
Y el abuelo sigue preguntando, con voluntad de polémica.
-Y habéis puesto el castillo de Herodes?
Nico mira para mí porque no sabe, en realidad, quién es Herodes. Niego con la cabeza y él salta desde mi gesto sobre la pregunta, para callarla.
-No! No pusimos un castillo!
-Y los soldados!?- Se ríe con indignación forzada y los brazos en alto.
-No! No hay soldados!
-Y desierto! Habréis puesto el desierto!
Me mira de nuevo, porque sabe que sí debería haber un desierto. Pero no, no lo hemos puesto.
-No! Hay un camino de lentejas que crecen! Ya te lo dije, abuelo.
Y el abuelo, con paciencia también fingida, le pregunta:
-Pero a ver, Nicolás, entonces qué es lo que habéis puesto, cuéntame.
-Pues al Niño Jesús, y a la mamá y a José….
-Pero eso no hace falta!!!
Y se ríen los dos a carcajadas, igualando su edad, encontrándose en esa esquina mágica del tiempo donde casi no puedo llegarles. Capaces de conversar a la sombra de las lentejas que crecen entre el musgo de un Nacimiento casero.
Después siguen hablando y mi padre le cuenta que hace muchos años, cuando nosotros éramos pequeños, él ponía un Nacimiento lleno de casitas de escayola que él mismo había trabajado. Y un río con agua sobre el que pasaba un puente. Y ponía un desierto con arena de la playa, y un gran castillo de Herodes con soldados en que los Reyes paraban a preguntar por el Niño y…
Y la tarde corre escondiéndose del frío mientras ellos aprenden a hablar y Nico se bebe la vida, así, de cualquier fuente.
*No sé si es el Sr.Scruch.. el del cuento de Navidad de Dickens. Pero todos lo reconocemos.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Qué gusto compartir esa complicidad con tantos años de experiencia por medio! Qué maravillosa ternura!
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