terça-feira, 12 de julho de 2011

Ve menos a su madre.

Son solo quince años. Es esbelta y grácil como un potro joven. Combina camisetas y zapatillas como una gran pasión y no sale de casa si no la acompaña su cepillo para dominar el cabello. Estudia sonrisas delante del espejo en la soledad del baño y habla modulando su voz fina como un instrumento de viento encantador de miradas y serpientes. En la sobremesa hablamos de la crisis. Ella no la nota, afirma despreocupada y cantarina, ligera en sus palabras como en su andar. Argumentamos intentando adaptar las palabras al hueco difuso de su pensamiento. Entonces ella añade:
-Bueno, tal vez sí.. la noto en que veo menos a mi madre.
Y a mí me gusta pensar que por su mirada pasa una nube gris como de nostalgia.
Esa misma noche hablo con esa madre para combinar ciertas normas de entrada y de salida, de llegada y partida.
-Temprano- me responde -yo me levanto a las cuatro de la mañana y no puedo esperar por ellas hasta las tantas...-
Limpia centros comerciales desde las cinco de la mañana y portales desde las ocho de la tarde. Durante el día procura dormir unas horas mientras la tele esculpe entre susurros el sueño de su niña, esbelta como un potrillo, sonámbula por los pasillos de su casa.

Um comentário:

  1. Casi podría ser autobiográfico (salvando las distancias). Me encanta esculpir el sueño.

    ResponderExcluir