domingo, 22 de setembro de 2013

Pequeñeces

A menudo sucede que, sin apenas darnos cuenta, hay restos de frases, harapos de viejas canciones, consejos casi abandonados, que dibujan un rastro por el que nos guiamos en medio de la confusión. En momentos de tristeza, cuando estaría dispuesta a renunciar a cualquier esfuerzo y desistir de cualquier meta, recuerdo aquellos versos de Silvio Rodríguez: "Creía mi alma inservible pero era cansancio vulgar, nada más", que siempre resultan ser ciertos. Ciertos tras el descanso.
También T. S. Elliot me acompaña diariamente sin que de él sepa mucho más que ese fragmento de plegaria, que sin haberla pedido, me enseñó un buen amigo: "Enséñanos lo que importa y lo que  no importa. Enséñanos a estar sentados, tranquilos". (Como no la sé literalmente, sé que me corregirá, pero en realidad es eso). 
Otras veces, lejos de ser un verso o una canción, es un gesto o una ayuda para la vida cotidiana: estibar bien la carga. Es muy importante estibar bien la carga para poder llevárnoslo todo. Saber dónde colocar lo grande y lo pesado, dónde lo lo pequeño y lo frágil, dónde lo importante, lo urgente para descargar y aprovechar los huecos. Esto lo aprendí de él. Es tan importante esta buena práctica que vale tanto para traer la compra del supermercado como para cruzar el océano en un mercante, o sobre todo para ordenar el día a día en nuestras emociones con el menor esfuerzo y el paso más seguro. Lo aprendí de él, que vive conmigo.
Y puede ser también solo una palabra, como la especia que salva un plato sin brillo: ser implacable. Implacables y fieles a nosotros mismos. Esto me lo contó la hechiZera. Me lo cuenta siempre, ella.

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