Después de Budapest todavía nació la hija. En aquella suavidad de brote indestructible se hizo de nuevo, enontró la voluntad para el punto y final. Y después llegó él. El que traía el escenario del futuro, el que abrió las puertas y las ventanas, el que con sus manos grandes hizo un cuenco para darle de beber. Y sació su sed.
La mirada era nueva y ella podía asomarse sin miedo a la quietud oscura de sus aguas. A la profundidad. Aún así, durante mucho tiempo, no supo decir cómo eran los zapatos que quería, cómo quería peinarse, dónde querría vivir, cuál su color favorito. La frente en el escaparate y el nudo en la garganta sin saber quién era.
Solo había que esperar.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
La mayoría de las cosas buenas requieren tiempo: la ternura, la contemplación...y la sanación. Nadar hasta las profundidades por muy nueva que sea la mirada pide serenidad.
ResponderExcluirSupisteis esperar. Los dos.
Beijinhos
Puede ser. Creo que al menos hemos aprendido eso, esperar. A veces esperamos por nosotros mismos, como espera Nicolás con fe inamovible, el brote de sus girasoles. Y brotamos, brotan.
ResponderExcluirEn mi ordenador tengo un pot-it amarillo pegado al borde de la pantalla. En letras grandes y hermosas esta escrito: BUDAPEST. Todo en mayusculas, como la ilusion que impulso esas letras. La felicidad se enreda en ese futuro palpitante, aunque aun no haya llegado. Te escribire pronto, el siguiente capitulo aletea entre mis dedos. : )))
ResponderExcluirPronto. Beijinhos.
ResponderExcluirLos ponientes y las generaciones.
ResponderExcluirLos días y ninguno fue el primero.
La frescura del agua en la garganta
de Adán. El ordenado Paraíso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexámetro. El espejo.
La Torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innúmeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penélope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las águilas, los fastos, las legiones.
César en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el álgebra del persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La conquista de reinos por la espada.
La brújula incesante. El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejércitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa línea del calígrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del tahúr. El oro ávido.
Las formas de la nube en el desierto.
Cada arabesco del calidoscopio.
Cada remordimiento y cada lágrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
(PORQUE LOS DOS BEBIAMOS DE BORGES)
Absolutamente bello y absolutamente cierto. Borges al principio y al final del camino. Te agradezco este regalo, esta sorpresa. Tan lejos y sin embargo tan próximas. Beijinhos.
ResponderExcluirHas leido "Deseos de ser piel roja" de Miguel Morey? Me parece que tu cuento (mi cuento, nuestro cuento) se trenza desde esa historia de angustias y desencuentross para florecer en tu blog en nuevos capitulos mas amarillos y felices. Es como pasar del otono a la primavera- un renacer desde adentro.
ResponderExcluirera yo! : ))
ResponderExcluirSabía que eras tú, a estas alturas nos vamos conociendo. No conozco ese libro ni ese Miguel Moray, pero lo buscaré este viernes, lo compraré y empezaré a leerlo. Mil gracias. Me animas a escribir la historia, esta extraña historia que une el pasado y el presente, tal vez el futuro, y que es capaz de unir extremos del mundo en que nos encontramos. Desde la frescura del agua en la garganta de Adán hasta cada remordimiento y cada lágrima. Capítulos como píldoras. Píldoras como poemas. Gracias por estar.
ResponderExcluir"Si uno pudiera ser un piel roja siempre alerta, cabalgando sobre un caballo veloz, a través del viento, constantemente sacudido sobre la tierra estremecida, hasta arrojar las espuelas porque no hacen falta espuelas, hasta arrojar las riendas porque no hacen falta riendas, y apenas viera ante sí que el campo era una pradera rasa, habrían desaparecido las crines y la cabeza del caballo"...seguro que lo disfrutas! un beso! : ))
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