domingo, 24 de janeiro de 2010

Un gesto.

Estiro mi brazo hacia el estante superior del lineal en el supermercado. Alcanzo el paquete de coco rallado y lo incorporo al carro. Sencillo.
De pronto soy consciente de mi gesto y me quedo pensando. Absorta. Quieta. Sin poder moverme:
De camino a la tienda he pensado que era apetecible hacer una tarta de zanahoria como la hacía mi madre. Lo he pensado y he buscado zanahorias y después algo tan extraño y exótico a nuestro mundo como el coco rallado. Sin embargo ese exótico antojo se resume y soluciona estirando un brazo hacia el estante superior del lineal en el supermercado.
En otro país, un poco más al sur, los niños mueren de sed en brazos de sus madres. En otro país la tierra se sacude y entierra sin piedad y sin aviso, los cuerpos y las sombras de los que solo tenían el suelo que pisaban. En algún portal ha dormido, en mi país, arropado en el frío con los ojos abiertos por el miedo, un harapo de África que sobrevivió al mar.
Yo dejo caer el paquete de coco en el carro del súper y después hago la tarta como si fuese lo más importante de ese día. Consciente del azar y la suerte de mi gesto.

3 comentários:

  1. Y tanta suerte, niña, que no lo sabemos bien y después, a los que vienen, hay quien no quiere ni que se empadronen para que puedan ir al médico...si fuéramos tan conscientes de esa suerte como tú eso no pasaba!
    bjs

    ResponderExcluir
  2. Es que la consciencia muerde y a veces la apartamos a patadas para defendernos.. Gracias por comprenderlo, Amalia. Increíble que nos comprendamos tan bien, a estas alturas!

    ResponderExcluir
  3. Nacer es una cuestión de azar... Aunque algunos aún sigan pensando que cada uno ha nacido para ser lo que en realidad es.

    Beijinhos

    ResponderExcluir