Llevaba prisa y conducía sin apenas mirar el paisaje. Aún así, sabía que el día estaba gris y que marzo se despedía con las manos frías. Escondía una sensación de tristeza acogedora, de esas que cantan como sirenas y observan como serpientes. La reprimía en la garganta, en el cuenco del alma y se dejaba aturdir por las palabras saladas del locutor que hablaba en la radio sin llegar a decir nada. Conducía con prisa. Al llegar al peaje calculó el vial para la cabina más breve. El tiempo deshaciendo nudos en los reflejos. Al acercarse, el coche de la derecha rectificó su decisión y cambió torpemente de carril para deslizarse en el suyo. Sin pensarlo, ella modificó la trayectoria y miró con desprecio hacia el otro conductor. Miró con esa cara de asco que viene de serie instalada en las ventanillas. Cara de asco y, además, pronunció lentamente un insulto para ser leído en los labios. Un arrebato de ira proporcional al tiempo que la apretaba. Pero la mirada tropezó en el cristal de la acompañante y rebotó. Rebotó una cara pálida y triste ajena a las maniobras, a las palabras sucias y a las prisas. El insulto se le deshizo en la boca con un gusto agrio y estúpido. Y lo peor es que para ese incidente, no hubo trayectoria alternativa. La palabra perdida hirió a aquella mujer y la prisa, entonces, se quedó atascada en esa sensación de disparate cotidiano que atasca los días.
Pau, tanta belleza ;) escribiendo hasta las cosas más cotidianas o más tristes me tiene fascinada. Cómo lo haces?
ResponderExcluirBeijinhos, preciosa (y no pálidad...y menos aún triste)
Gracias! eres un encanto! La realidad es así, es así tal cual, que dice Esperanza.. es solo buscar las palabras.. y listo.
ResponderExcluirAi ai ai... E a mim que conduzir me relaxa tanto que até sou boa pessoa quando tenho um volante ou o guião da mota nas mãos?
ResponderExcluir