He discutido con él porque a veces, como le sucedía al Rey Lear, se olvida de quién le quiere. Paga con desprecios de anciano venerado el cariño de su hijo más solícito y no recuerda, o no sabe, cómo se pide perdón cuando el perdón está dado.
Mi hermano se fue blanco y callado, con palabras a medio vomitar entre los dientes. Volverá mañana porque conoce su sitio.
Pero yo me quedé y como no soy Cordelia, le he reñido. Me escuchó sentado junto al fuego, con el pelo blanco. Con los ojos que siempre me miran desde más arriba. Con esos ojos que cuando escuchan sonríen siempre desde lejos. Con esos ojos que envuelven las palabras más duras en papel de caramelo. A veces miraba al suelo, como para recoger el manto de armiño que viste su espíritu.
No sé cómo lo hace pero después le di un beso, le dije que lo quiero y que pedir perdón a un hijo no le va a hacer menos padre.Que el perdón no es limosna y que hace más rico al que lo ruega que al que lo otorga.
Me temo que no lo hará. No con palabras.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
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