Había caído una lluvia tierna y esperada durante toda la mañana. Tal vez por eso mismo decidió calzar unas zapatillas con suelo de goma y salir a pasear. El aire tenía de pronto, sin haber sido anunciado, el tacto del otoño y ella pensó que toda su vida había sido irremediablemente cursi y aburrida en sus pensamientos y que la idea de cambiar le producía en sí misma aburrimiento. Le gustaba la humedad del aire que limpiaba e iluminaba la voz que la corregía. La señora Chelo esperaba en la puerta cuando ella pasó imprimiendo su débil sombra por las paredes. Vestía sus ropas de domingo y era solo martes. Le sonrió porque había algo de fiesta en la pausa contenida de la anciana. Respondiendo a la sonrisa, la señora Chelo trinó desde la piedra oscura anunciando: Me vienen a buscar. Estoy esperando.
Saludó con la mano y asintió. Pero se llevó disimulada la certeza de que mentía. De que nadie vendría nunca a buscarla, aunque hubiera llovido, aunque llegara de pronto el otoño con sus tintes y su voz fuese cantarina como la lluvia.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana