Tiene la cara cubierta de sangre y le tiembla la voz cuando nos cuenta cómo se ha caído. No sabemos el tiempo que ha pasado bajo la lluvia y el viento antes de llegar al teléfono. Los goterones rojos salpican el camino que ha seguido y hay un charco que lo rodea y deja un círculo de miedo cuando lo levantamos.
Nosotros, sus hijos, nos callamos los reproches, porque no es el momento, pero se nos escapan unas miradas furtivas en que buscamos amparo y lo decimos todo. No es el momento, ahora solo cucharaditas de cariño, limpiarlo, cambiar la ropa y llegar al hospital.
Poco a poco nos cuenta: esclavo de sus manías, salió bajo el temporal a comprobar las puertas. En el suelo hay un paraguas roto y una linterna. El viento lo empujó o tal vez resbaló en el agua y la pendiente. Su cabeza batió contra alguna esquina y tuvo miedo a perder el sentido así que se agarró a su orgullo y llegó al teléfono: -estoy sangrando mucho, me he caído- dijo.
Tiene la cara cubierta de sangre y le tiembla la voz, sin embargo cuando le traigo la ropa limpia y seca para vestirlo, lo primero que encuentro en los cajones, no puede evitar el latigazo de vanidad:
-Pero qué calzoncillos pensáis ponerme?
Y así, con esa frase, en este escenario triste, él y yo volvemos a reirnos.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
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