Dice que no podemos saberlo. Que no podemos saberlo porque no lo hemos visto. Que es posible que mientras dormimos ellos se muevan. Es más, que es posible que cuando cerramos la puerta, ellos estén moviéndose a sus anchas y justo cuando miramos, se queden quietos. Quietos, con esa quietud paradójica de los juguetes.
Nos gusta filosofar y por eso, aún sabiendo que es inútil, le argumento: los juguetes no son seres vivos, no se mueven solos. Solo sucede en los dibujos animados, en la tele...
Pero él, con ese razonamiento fugaz y ágil, se mantiene: No podemos saberlo. Mientras la puerta está cerrada, nadie puede saber qué es lo que hacen.
Y entonces lo recuerdo: el gato cuántico. Y mi niño se convierte en un genio.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Se mueven, y piensan, y hablan y participan en los juegos! Por favor, Pau....;)
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