Recuerdo que me habló detalladamente de un vestido azul. Fue una de las últimas veces que la vi, antes de que se quedara para siempre sobre su cama. Me gustaba escucharla porque, mientras bajaba el sol, ella contaba sin prisa sus recuerdos. Desgranaba su vida haciendo montoncitos con las palabras. Cada vez más atrás.
Me habló de aquel vestido azul que estrenó un domingo. Su madre había cortado la tela y ella lo cosía detrás de la ventana mientras los pájaros, fuera, trabajaban sus nidos. Lo estrenó un domingo que también era azul y fue entonces cuando Antonio se acercó con aquella sonrisa sin palabras y la acompañó desde la iglesia hasta su casa, con la cabeza baja y la mirada inquieta. Bailaron en la verbena ese verano y al año siguiente se casaron.
Me contaba estas cosas cuando bajaba el sol y las golondrinas hacían cantar el cielo. Hacía una lazada con la tarde y anochecía despacio delante de la casa.
Después comenzó a olvidarse de su cara en el espejo. Se apagó su memoria como un invierno y se quedaron sus ojos vacíos, perdidos en la vertical ascendente y blanca de la cama.
Todavía está allí. Antonio sigue comprando fresas, su fruta favorita, y pescaditos que fríe para que el olor le de una alegría. Pero ella abre muy poco la boca y toma la papilla muy callada, sin quejarse.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Algún día alguien (tu por ejemplo) debería escribir la descomunal historia de amor de Antonio y Maruja.
ResponderExcluirRecuerdo que el Alzeheimer le vino como elegido, cuando Antonio estaba en el hospital lleno de tubos por todos los lados y los médicos desautorizaban sus ansias de vivir. Después Antonio volvió a casa y Maruja decidió que ya no quería tener más sustos que recordar.
Así fue. Y su obsesión era entonces ir a verlo. bjs.
ResponderExcluirRuín a desmemoria e ternura no texto. Aínda nos salvamos.
ResponderExcluirPois é. É tao triste saber o seu vazio como ver no António este adeus demorado. Salvamo-nos assim, atados à ternura. Beijinhos, Sun Iou Moiu.
ResponderExcluirya ves, hay que disfrutar mucho, reir recordando vestidos azules porque quién nos dice que eso no nos sotiene en los malos momentos?
ResponderExcluirEl vacío cosido a un vestido azul y un día de fiesta. Es verdad. Pero aún así duele tanto. Adoro tu optimismo!
ResponderExcluirSe apagó su memoria como un invierno, es cierto... En el caso que yo conozco siempre tuve la duda de si la memoria se apagaba o simplemente enmudecía para disfrutarla más desde dentro, desde el tiempo que se sentía apagado... Le miraba el brillo de los ojos al nombrar ciertas cosas y siempre me venía esta duda... Pero serán grados en la enfermedad, supongo.
ResponderExcluirGrados en la enfermedad y también tener la suerte de algo intenso y feliz para encerrarse con ello dentro. Le nombrabas ciertas cosas, como si tiraras piedrecitas en un estanque para mirar las ondas, su brillo en los ojos. Es muy bello. Bemvindo!
ResponderExcluirVer morir a alguien despacito te da una idea de cuánto dura la vida. A mi me ha planteado muchas dudas que antes no tenía. Sólo sé que vivir bien es la única preparación posible. Un gran amor, un vestido azul, un día de fiesta, el olor del pescado....maravillosa forma de vivir si es la que sueñas.
ResponderExcluirBeijinhos, querida niña.
Ë tremendamente duro ver morrer a quen queres despaciño, agarrarse ao recordo de algo que xa non compartes con quen o viviches. Ë duro, moi duro, pero quédome coa tenrura e o positivo de que te poida coidar quen che quere.
ResponderExcluirO importante é viver e aproveitar todo o que temos de bom, enquanto somos conscientes. Beijinhos, Fina.
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