El pequeño empujó a su amigo y le dijo tonto con rabia. El parque estaba lleno de padres que sostenían abrigos. El pequeño empujó de nuevo a su amigo y entonces llegó su padre y lo cogió por un brazo, lo sentó en el bordillo de la acera y le dijo en un grito con sordina:
-Castigado a pensar!! Ahora te quedas aquí, castigado a pensar!
Y se fue dejándolo allí, castigado y pensando. Y será que es así, que pensar es castigo?
Es cierto, en los últimos tiempos cada vez me encuentro con más gente que utiliza ese "método". No me atrevería a juzgar, pero intuyo que que la asociación que comentas pensar-castigo, no debe de ser buena del todo...o sí.
ResponderExcluirEs un arma de doble filo: un niño que piensa demasiado al final se convierte en un castigo para los padres. Lo digo por experiencia ¡no hay quien pueda con los malditos!! :-DDD
ResponderExcluirEn realidad creo que el padre una de dos: o en su arrebato de ira ha equivocado la expresión, o resulta que habla de memoria y no sabe lo que quiere del niño. Me imagino que su intención era: siéntate aquí y piensa por qué está mal lo que has hecho... que es diferente, pero además necesita ayuda para ello. La realidad es que pronunció esa barbaridad y los niños son bastante literales...
ResponderExcluirY sí, es un arma de doble filo!!!
Pues como le de por pensar mucho y de manera centrífuga, pobre amigo; ¡La que le espera!
ResponderExcluirDicen que por esas tierras de Dios hubo alguien que, hace ya mucho, pensó: "Y si comiera de este fruto..."
Besos