Entraron en la habitación y la enfermera le trajo a la niña un pijama. Intentó ser amable y les informó sobre detalles cotidianos: el timbre para avisar, el horario de comidas. La madre agradeció con una sonrisa cristalizada y después la enfermera se fue y se quedaron solas. Madre e hija se miraron dentro de la habitación y dentro de los ojos, pero las dos hicieron que no lo habían visto. En la habitación dormía un recodo de la vida agazapado. Se miraron a los ojos y disimularon. La niña, con una madurez inmaculada, se atrevió a hacer pie en la mirada:
-Piénsalo bien, mamá: ahora voy a ser fuerte y sana para toda la vida…
La madre pensó que el amor a veces se parece al agua, no deja respirar y ahoga.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Piénsalo bien, mamá: ahora voy a ser fuerte y sana para toda la vida…
ResponderExcluirY, además de ahogar, otorga vida. Mas, hay que comprenderlo.
Besos, Pau
No sé lo que ocurre en tu vida, Pau, pero, aún desde la ignorancia, hay una cosa que sí sé: las cosas terminan por ponerse en su sitio. Sé fuerte porque todo va a salir bien. Como dice Leiter, el agua también da vida, pero hay que comprenderlo. Un beso.
ResponderExcluirComprenderlo y saber esperar. Claro que sí. Y además intetar arrebatar al mismo dolor sus pequeños brotes de belleza. En eso andamos. Gracias mil por seguir aquí. Beijinhos.
ResponderExcluirCuando te ahogue, sopla, no fuerces la respiración, que te tragas el agua.
ResponderExcluirSal y grita, o corre, o baila,o encendemos unas velas exorcizamos los malos pensamientos.
Un abrazo muy grande, agárrate a él si quieres cuando te pase.