Todo el día pensé que era el capricho de un anciano y, pese a ceder a él, por cariño y compasión, no dejé de considerarlo un domingo perdido. Fui para su casa. Aproveché, eso sí, para trajinar algunas cosas en la cocina. Fui cargada de pimientos para cortar y congelar, de judías para escoger, de algún pantalón del pequeño Nicolás para remendar rodillas... Todavía sobró tiempo para ver una película, para la merienda, un café con leche y con galletas y para darle la mano, fría, mientras hablábamos.
Esta mañana me ha llamado. Solo quería informarme de que iba a salir. Iba a la compra. Después, antes de colgar, dejó suelto un silencio que revoloteó en el auricular antes de posarse:
-Hija...
-Dime papá.
-El día de ayer... me recordó a los días de nuestra casa.
Le pedí que repitiera porque dudé de haberlo comprendido.
-Me recordó a los días en nuestra casa...
Quería decir a lo días en que mamá vivía. A los días en que él y yo hablábamos como si proyectáramos el mundo. Cuando el futuro nos cabía en las palabras. Cuando el olor de las rosquillas nos empujaba por el pasillo.
-Un beso, papá.
-Hasta luego.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Ojalá fuese capaz de tener "Vuestros domingos perdidos" y ese olor a rosquillas recién hechitas, calentitas, entrañables, familiares... es un recuedo precioso!!
ResponderExcluirbss
!Bua nena! Que lindo momento. Bs
ResponderExcluirA momentitos vamos... viviendo.
ResponderExcluirEmocionante. Emocionante esse "poder" das palavras. Emocionante. Parabéns.
ResponderExcluirObrigada sempre. Suponho que es tu... Muito emocionante o instante.
ResponderExcluiremocioneime Paula, inda sigo emocionada
ResponderExcluir--- é mui doce sentir que a emoção chega.. obrigada, linda.
ResponderExcluirNunca son perdidos, te lo aseguro, esos domingos. Guárdalos todos, uno a uno.
ResponderExcluirBjs