Tras la lluvia, salgo por la mañana y los árboles me bautizan en una ceremonia pagana y tierna. No escucho mi nombre pero sé que acabo de nacer. Hay palomas que se asustan de que llore y yo me asusto de su esfuerzo indecible para subir por el aire. La luz es todavía crujiente como la arena y el camino es más largo si el viento no se acuerda de que voy.
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