La tristeza es húmeda y se encharca, como la lluvia. Por eso nuestra irreprimible niñez insiste en chapotear en ella. Chapotear sobre los charcos de tristeza hasta calarnos los huesecillos del alma. Para entonces ya es tarde y en la oscuridad nos quedamos helados. Tiritando. Salpicando.
Y mientras, mientras la vida pasa a nuestro lado. Exuberante y madura, con esa sonrisa que todo lo perdona.Un poco madre. Pero sin pausa.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Esa forma de ver la vida, con caderas redondeadas :) me gusta!!
ResponderExcluirBeijos
Ojalá la viésemos así de verdad... Pero solo es dado a muy poquitas...
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