La mujer iba delante de él por el pasillo. Al pasar ante una puerta vio al niño atento a un televisor, ajeno al silencio y la penumbra de la casa . Pensó en comentar algo , pero le cohibía aquella nuca triste que le guiaba, los pasos quedos y la prisa contenida. Entró en la habitación y ella, extendiendo mucho los brazos, corrió las cortinas.
-Mamá, es el doctor- dijo mientras se volvía hacia la anciana que esperaba en la cama. -Es el doctor, ha venido a verte-
La enferma, como perdida en la cama, tendió su mano temblorosa y abrió los ojos húmedos. El doctor sonrió y la tomó entre las suyas, apenas se sentían como unos huesecillos frágiles y fríos.
-Buenas tardes, doña Adela, cómo se encuentra?-
Y doña Adela se echó a llorar. Se echó a llorar con esa manera queda que tienen los ancianos de quebrarse. Con esa mueca que tensa los vértices del rostro y lo diluye.
El doctor, sin soltar la mano fría, hizo sus preguntas. La hija respondía, insegura. Doña Adela corregía. Después, como quien recoge un pájaro caído, exploró a la mujer enferma. Terminó. Escribió sin alterar la mirada sus recetas, mientras el tiempo y el dolor respetaban la tregua, arrinconados.
Hubo otra vez manos enlazadas. Lágrimas entremezcladas con la sopa de mañana y con tantas pastillas y todavía otra más. Y luego aquella frase:
-Volverá usted mañana, doctor?
Y el doctor , entonces, solo sonreía.
José Luís Peixoto na Feira do Livro de Miami, 2024
Há uma semana
Ahora mismo quisiera llamarme Doña Adela, aunque nadie comprenda. Y tener cada día el doctor que sonría y la hija que me lo anuncie y me lo traiga. Tú y Tu, en la cabecera de mi cama, cada uno de los últimos días.
ResponderExcluirBeijinho :)
ResponderExcluirDoctora, gracias por darnos tan buena medicina en tus relatos, cuando entras en este blog uno se olvida de las dolencias del mundo. Las contraindicaciones comienzan cuando sales de el y regresas a lo cotidiano.
ResponderExcluirbsss
Gracias, y es curioso que sea precisamente lo cotidiano lo que remansa por aquí. Gracias, me hace sentir muy bien.
ResponderExcluirjopeeee hasta rus respuestas son bonitas.... jolín tía ya no sabe una que poner... ja ja ja...
ResponderExcluirbsss
:))
ResponderExcluirQué tristeza, neniña!
ResponderExcluirBeijos
Lo siento.. beijinhos.
ResponderExcluirNo. No es triste, muy al contario. Es un algo grande y hermoso sentir esa confianza en la imagen, acompleja y te hace sentir pequeño ante la posibilidad de no ser capaz. No es triste cuando estás cerca de ellos, al final, preparando a unos y a otros par lo inevitable , con girones de corazón y restos de vida. No es triste si en cada una de ellas ves a tu madre, si dejas tras de tí el llanto de los que quedan y la paz de la que marcha. Si es triste, no estar siempre que te necesitan , no poder darles todo lo que se merecen, tener que seguir adelante sin poder dejar tu propia pena.
ResponderExcluirEste comentario lo dejó "El doctor"
Para mi es triste siempre ver enfermo a alguien querido. No quiero decir con ello que no haya que estar, enfrentarlo y buscar paz en la despedida, inevitable. No tiene por qué ser demoledor y hasta a veces he sentido liberación tras mucho sufrimiento, pero para mi siempre es triste. La mía es escasa, muy personal, siempre tocándome muy dentro...no sé...
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