quarta-feira, 9 de fevereiro de 2011

Mimosas


No lo hizo para dar de qué hablar, pero aquel ramillete de acacias amarillas cambió levemente el rumbo de la mañana que iba a ser solo gris. Fue solo un gesto, cambiar la dirección repetida de sus pasos y adentrarse en el sendero húmedo que llevaba hacia el río. Entonces se acercó al margen del camino, aseguró los pies entre la tierra y las zarzas inestables y estirando mucho los brazos cortó dos ramas. Lo justo para un vaso en la mesa de la cocina. Solo para sentir por un día ese color y olor agudo que por la tarde marea. Después regresó a la rutina del paseo. Pero la mancha amarilla que sujetaba en la mano, la hacía visible. La mujer que abría la ventana, sonrió y le dijo buenos días. Y ella, devolvió la sonrisa y el saludo, como si de verdad deseara que el día transcurriera feliz desde aquel momento.
-Vaya una vuelta que das! Y todos los días! - Continuó la señora, cómodamente apoyada en el alféizar.
Una conversación deshilachada y dulce, como una calabaza.
Más adelante Otilia, rodeada de gatos, barría su puerta . Despeinada y sin los dientes, tuvo también una expresión de alegría:
-Cogiste mimosas! Te gustan!- Eran dos frases evidentes y simples, como las flores.
Cuando llegó a casa, entró acompañada por el halo manso y risueño de las acacias.

2 comentários:

  1. Todos estos días les estoy sacando fotos. No es lo mismo pero...cómo acercan esos gestos familiares a los otros, verdad? nos identificamos unos a otros, nos parecemos mucho más de lo que nos empeñamos en pensar.
    Pasea y sonríe, niña.
    Beijinhos

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  2. Paseo,sí. Paseo. Y huelo y toco. Y sí, nos parecemos más de lo que pensamos, todos. Beijinhos.

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