No dije nada que no quisiera decir porque sé que es frágil, pero aún así escuchó cosas que no hubiera querido escuchar. Se agazapó en la distancia de sus 87 años, se escondió en lo más oscuro de su propia mirada, debajo de sus cejas, y levantó la voz y la palma de las manos. Su voz también es frágil y sus brazos tiemblan como tiemblan las ramas centenarias bajo la ira del viento.
Es que a veces los años no nos hacen más justos.
Después pasó la noche. La mala noche.
Y hoy, sin palabras agrias, he sabido explicárselo y ha querido escucharme.
-Lo ha escrito todo Shakespeare, papá, recuerdas? Lo ha escrito todo acerca de nosotros.
Me acerqué a la librería, busqué la página, y
recité en voz alta.
-Yo no soy el Rey Lear-, me dijo. -Las cosas no son así…
Pero sonreía. Había encontrado la manera de llegar hasta él. De pasar el umbral oscuro de sus ojos.
-Yo no soy el Rey Lear, hija.
-Eres más Lear y más Rey de lo que piensas. Y tu hijo es Cordelia… y yo no sé quien soy... debo ser Kent, el que se pone entre el dragón y su furia! (Reímos)
Todo sucede siempre en la cocina.
Después comimos y sucedieron más cosas. Más palabras. En paz.
Este blog tendría que publicarse en papel.
ResponderExcluirOfelia
Pues no va a poder ser... ya me estoy cansando de mis propias ñoñerías...
ResponderExcluirbeijinhos.
Estoy con Marc.
ResponderExcluirGracias por los ánimos.
ResponderExcluirYo opino como Paco y como Marc. No quiero ser anónima, soy lulú, pero sé cómo editar el perfil.
ResponderExcluirMil gracias, lulú, y bienvenida. Así da gusto y ganas de escribir!
ResponderExcluirNo hace falta decir que me sumo a publicarlos como sea!!! Y no te canses, se pasan baches pero está bien, sobre todo si se escribe como tú!!!
ResponderExcluir¡Qué bonita manera de contar!
ResponderExcluirEs todo un regalo que te guste! Mil gracias. Sigo encantada tu blog. Besos.
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