terça-feira, 17 de março de 2009

Nosotras



Esperaba apoyada contra la pared con mi número en la mano, el 67. Observaba la manera de estar de cada uno de nosotros en el espacio, en silencio, sin molestarnos. Observaba los colores de las razas que han vuelto multicolor la oficina del padrón municipal de la que fue mi ciudad y observaba también el ajetreo sofisticado de la mujer con zapatos de tacón al otro lado del mostrador. Iba y venía sabiendo que se llevaba en cada paseo nuestras miradas, vistiéndose con ellas. No era bella, pero tenía ese porte entre acrobático y adictivo que poseen algunas mujeres: maquillaje, tacones, peluquería, curvas, manos voladoras y velocidad en los pasos. Me sorprendí divagando por las raíces de su coquetería, calculando su edad, valorando sus curvas pronunciadas y aún así ceñidas… y en mis pensamientos había un sutil rastro de envidia insana o poco saludable admiración. Y entonces apareció la otra mujer. Vestía de negro, falda larga. Era anciana y llevaba el cabello mal recogido en una trenza. Sin mediar saludo me mostró su número y me preguntó cuál era: el 77 le dije, parece que hay problemas con las máquinas y esto va lento. Se acomodó a mi lado y también enredó sus ojos en el deambular apurado de la administrativa. En un momento dado ésta salió del mostrador y pasó por delante de nosotras. Tenía unas piernas delgadas y morenas y calzaba unos zapatos rojos de finísimos tacones. Todos miramos sus pies y mi vecina no supo callarse, se inclinó un poco hacia mí y dijo con un acento que prolongaba las vocales:
- Mírala, parece que va a pescar anguilas… con esas piernas de alambre…
Me reí y asentí por simpatía o quizá por solidaridad. Entonces ella continuó:
-Soy mala…
-Somos malas- puntualicé, reconociendo nuestra malicia.
Pero ella insistió:
-No, soy yo mala, que veo el vicio de los otros y no veo nunca el mío.
Comenté algo de que todos somos iguales y pecamos de lo mismo, pero volvió nuestra artista y organizó en un instante la cola de espera pisando con la lógica aplastante de sus tacones, nuestras urgencias.

4 comentários:

  1. Lindo menina, como tu

    lerte, e ter cóxegas de felicidade ;)
    beijos

    Rosa

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  2. Beijos, preciosa. A felicidade é tu apareceres por aqui.

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  3. ¿Donde está esa cola de urgencias?

    PD.: (¿El 67 o el 77?) y no quiero ser pijotero...

    Me encanta lo que ves. Esta a la vista de todos pero solo una verdadera escritora lo puede ver.

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  4. La señora tenía el 77, yo tenía el 67. Ella no sabía leer, por eso me pregunta. La cola era del padrón municipal y todos teníamos prisa...
    Besazos. Hablamos.

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